Posiblemente la imagen que nuestra retina evoca de la ciudad es la silueta de su fortaleza con sus dos torres, sobre todo la mayor, conocida como Alfonsina de planta cuadrangular, que posee una estructura maciza a base de fuertes sillares de piedra.

Conocemos algunos maestros que trabajaron en ella, como Domingo Aparicio a finales del siglo XIII, o Pedro Monzón y Pedro Gil de Briviesca a comienzos del sigo XV. La otra torre que permanece en pie, la del Espolón o Esperón, está situada en el extremo occidental, y su interior se articula en dos plantas cubiertas con bóvedas de crucería, cuyos nervios descansan en pequeños capiteles de esquina decorados con motivos vegetales y antropomorfos; en sus cimientos se encuentra un amplio aljibe abovedado. Existía otra torre, hoy perdida, con el nombre de Guillén Pérez de Pina.

Fortaleza inexpugnable, nunca, a lo largo de su historia, cayó al asalto, siendo capturada siempre a través de negociaciones y pactos previos. En el siglo XVIII se hicieron cambios en los murallones situados entre las dos torres preparándolos para piezas de artillería.

El 4 de junio de 1931 se declara al castillo de Lorca, y en especial a su torre Alfonsina, Monumento Histórico Nacional. Y el 5 de marzo de 1964 se declaraba Conjunto Histórico-Artístico al casco antiguo de Lorca, englobando el Castillo-Fortaleza. Se publicó en el B.O.E el 16 de marzo de ese mismo año, y ha sido el primero de la Región de Murcia con esta distinción.