Los escasos restos de la fortaleza de Abanilla se encuentran situados en la última estribación suroccidental de la sierra homónima, en un cabezo aislado de escasa altura enclavado en pleno centro urbano de esta población. La parte superior del cerro tiene una forma característica, en torno al cual se fue formando la villa; su forma es alargada y estrecha, con unos 300 m de longitud en sentido este-oeste y 100 m de anchura en sentido norte-sur.

Esta elevación estratégica se yergue unos 50 metros sobre buena parte del territorio circundante, que está formado por la vega del río Chícamo, una auténtica rambla de carácter torrencial que, seca durante la mayor parte del año, discurre con sentido norte-sur 1,5 kms al oeste del pueblo.

La zona más antigua de Abanilla se sitúa al norte y oeste de esta elevación, mientras que la más moderna se sitúa al sur. El área más alta de casas contiguas al lugar donde se elevó el castillo ofrece hoy cierto interés por tratarse de viviendas rupestres (casas-cueva) excavadas en la roca blanda del cerro.

El lugar que un día ocupó la fortaleza se encuentra muy alterado por la construcción, en el sector oriental, de un gran depósito de agua que abastece a la población, así como el establecimiento de un parque público en el sector occidental, que supuso la explanación del espacio circundante, y cuyo elemento más singular es un monumento de ciertas proporciones dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.

El acceso a los restos de la fortificación es libre, y se efectúa desde el centro urbano de la población. La subida antigua se realizaba por el norte, desde la denominada calle del Castillo, aunque en la actualidad suele hacerse por el oeste, a través de una escalinata construida recientemente entre este sector del cerro y la plaza de la Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento.

Actualmente, el castillo de Abanilla se encuentra declarado Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español.