La Alcoba es un paraje con viviendas dispersas, algunas de ellas con muestras de ser viejos caseríos decimonónicos preparados para las faenas agrícolas del campo de secano, y con habitáculos y áreas para pequeños ganados.
No existen datos concretos sobre este paraje, que constituiría junto con otros del Campo de Ricote, el área de secano campos dedicados a la agricultura y el pastoreo del municipio. La Historia de Ricote parece centrarse en la zona del Valle, área de regadío donde se concentró la población, especialmente durante la dominación musulmana.
Las primeras menciones al Castillo de Ricote son del siglo IX, lo que significaría que el lugar sería desde la época medieval uno de los enclaves más importantes de la Kora de Tudmir, unidad administrativa creada en el territorio murciano tras la invasión de las tribus árabes.
El valor estratégico del Castillo fue siempre importante, hasta tal punto que es mencionado en algunos de los momentos críticos más relevantes de la Historia del período medieval. La fortaleza vivió dos revueltas importantes, la de finales del siglo IX contra la dominación omeya, y la de 1227, momento en el que el líder Ibn Hud se alzó contra el poder almohade, logrando la conquista de todo el territorio, conquista efímera que diez años después terminaría con la ejecución de Ibn Hud.
Tras el Tratado de Alcaraz de 1243 Ricote, como toda Murcia, volvió poco a poco a la Corona castellana, y en 1284 el Rey Sancho entregaba la antigua Rikut a la Orden de Santiago. Pero a pesar de la Reconquista cristiana, la comunidad mudéjar fue muy relevante en el lugar. Los mudéjares optaron por la progresiva conversión. Sin embargo, pasaron con los años a ser conocidos como moriscos, conservando parte de sus tradiciones y manteniéndose en una comunidad apartada de los cristianos viejos. La comunidad morisca del valle ricoteño, una de las más populosas de la Península, fue expulsada finalmente en el año 1618.
Ricote quedaría bajo la administración de la Encomienda de Santiago hasta bien entrado el siglo XIX, con las desamortizaciones realizadas por el Estado sobre los bienes eclesiásticos. Durante siglos la Encomienda pasó por las manos de varios administradores, en algunos casos de familias relevantes como la de Pedro de Toledo, hasta que en el siglo XVIII, después de episodios tensos, recayó en manos de los infantes de la monarquía española. Los comienzos del siglo XX dibujan la vida rural de un municipio dedicado a las labores agrícolas y al cultivo del esparto, una de las industrias florecientes de Murcia, además de la vid, el olivo y algo de cereal.
El núcleo rural de La Alcoba está situado al pie del Cabezo de la Alcoba, un pequeño cerro de unas 5 hectáreas de superficie poblado de pino carrasco y matorral mediterráneo. No hay ningún otro relieve destacable en el entorno de esta pedanía, el terreno es muy llano.
La vegetación que domina este paraje es la propia de los cultivos de secano, los almendros y las viñas. A ellos están asociados muchos endemismos botánicos, plantas que habitan en los linderos de separación de los cultivos y en los barbechos, así como otras silvestres o arvenses (crucíferas, compuestas, etc.), muy bien adaptadas al medio y muy importantes como fuente de alimento para muchas especies animales que habitan en estas zonas.
En el cabezo podemos encontrar pino carrasco y especies que forman el monte bajo y el matorral. Coscoja, lentisco, espino negro, romero, tomillo o esparto son los más significativos.
Cogujadas, abejarrucos, mirlos, gorriones, golondrinas, cuervos o perdices son algunas de las aves más habituales. Las rapaces ocupan la sierra y entre ellas sobresalen el búho real y el halcón peregrino, su presencia es la responsable de que las Sierras de Ricote y la Navela sean consideradas zona Zepa.
La gastronomía en esta población se ha basado en el empleo de las materias primas locales como son los cereales, las almendras, las aceitunas, las uvas, los animales de corral o la caza unidas a otras que, aunque no fueran de producción autóctona, son alimentos de larga conservación como las legumbres o el arroz. Una cocina típica de las zonas de campo y eminentemente agrícolas.
La caza es una actividad practicada en el entorno de La Alcoba, de ahí que los platos de caza menor y mayor también sean una preparación tradicional. Así tenemos el jabalí en salsa, la perdiz escabechada o los guisos de liebre como los gazpachos.
El vino de la zona es un elemento importante dentro de la gastronomía del lugar, bien sea por sí solo, acompañando las comidas, o bien, como un ingrediente más en la elaboración de numerosos guisos, muy especialmente en las recetas de caza en las que es un elemento importante pues facilita la cocción de estas carnes tan hechas.
Durante muchos años la agricultura ha sido la fuente principal de riqueza en La Alcoba. Las tierras de esta pequeña población de Ricote, al pie del Cabezo de la Alcoba, están dedicadas al cultivo de almendros y viñas. En estos suelos, no muy ricos en materia orgánica y que soportan una gran escasez de recursos hídricos, los cultivos de secano son los mejor adaptados y prácticamente los únicos que son económicamente rentables, aunque en el caso de la almendra los agricultores tienen que competir con la almendra cultivada en regadío, más productiva y rentable. Los viñedos son el segundo cultivo leñoso en importancia tras el almendro. La uva cultivada en Ricote es en su mayoría de la variedad Monastrell y sus producciones son destinadas a la elaboración de vino de la denominación de origen Bullas. Los vinos tintos de esta denominación deben elaborarse con un mínimo del 70% de uva Monastrell. En Ricote existe también la tradición de la elaboración artesanal de vino, pero la producción es muy reducida y su comercialización escasa.
Orientar la actividad agrícola hacia los cultivos ecológicos que en la actualidad tienen una demanda creciente puede revitalizar este sector.
Los parroquianos de La Alcoba suelen celebrar en Ricote las fiestas patronales, en el mes de enero y junto a los vecinos del pueblo y numerosos visitantes.
Además del novenario al patrón, San Sebastián, y otros actos religiosos, como horas santas, los vecinos disfrutan de numerosos actos lúdicos que van de las carreras de cintas y juegos tradicionales, a las charamitas y charangas y las modernas discotecas móviles. No faltan tampoco los apuntes gastronómicos, con paellas, chocolatadas, etc.