Escudo en la escalera de la Casa Pintada, Mula [Cristóbal Gabarrón]
Escudo en la escalera de la Casa Pintada, Mula
Fachada de La Casa Pintada de Mula [Cristóbal Gabarrón]
Fachada de La Casa Pintada de Mula

La Familia Blaya

     Una de las familias principales de Mula, los Blaya, edificaron la Casa Pintada hacia 1770, siendo en su origen una vivienda palaciega.

     Esta familia constituyó un linaje hidalgo de posible origen francés, que llegó a tierras muleñas hacia 1490, procedentes de la villa de Hellín (Albacete). Su incierta ascendencia los vincula con Don Roldán, Conde de Blaya y sobrino de Carlomagno, que viajó hasta España para participar en la Reconquista Cristiana. El primer Blaya instalado en Mula fue Don Gonzalo de Blaya y Valcárcel, que casó con Doña María Jiménez de Palomeque Padilla.

     Durante la Edad Moderna (siglos XVI y XVII) amasaron una considerable fortuna, gracias a una estrategia de enlaces con las viejas oligarquías de la villa, especialmente con los Melgarejo. Por lo que durante el siglo XVIII la familia era la segunda más acaudalada de la ciudad, tras los Valcárcel, siendo levantada en estos años la Casa Pintada por Don Diego de Blaya y Molina.

     Su objetivo era mostrar la riqueza y nobleza de su linaje a través de una Casa-palacio, en el que confluían cuatro apellidos: Blaya, Molina, Piñero y Valcárcel. Muestra de ello es su ubicación, en la Calle Mayor o de San Francisco, lugar elegido por las oligarquías muleñas para construir sus residencias en la época.

Desarrollo arquitectónico

     La Casa Pintada es de autor desconocido, aunque se sabe que su constructor debió ser uno de los dos alarifes que en la época construyeron todas las edificaciones nobles de las oligarquías muleñas: Lorenzo Duarte o Rodrigo Lentisco.

     Construida conforme a un estilo arquitectónico característico del Levante español, la casa-palacio posee planta cuadrada con tres alturas, torreón central y bodega.

     En el piso inferior se encuentra la puerta de acceso, ubicándose a la izquierda ventanas cerradas mediante fuertes rejas que iluminan la entrada. A la derecha, en lo que hoy es otra ventana, existía un portalón que daba acceso a espacios como la cocina, bodega, pozo, patios, cocheras y cuadras. Mientras que el primer piso se reservaba para la residencia de los propietarios, dotado con balcones y una terraza. Sobre éste, se sitúa la zona de desvanes donde se guardaba el cereal y los embutidos de cerdo.

     Destacar la presencia de la torre-tragaluz a cuatro aguas que sobresale del tejado, con ventanas orientadas a los cuatro puntos cardinales, realizada a base de ladrillo-visto y mampostería. Su única decoración original era un encintado de yeso rojo a media altura.

     El edificio es de una singular belleza, destacando especialmente su fachada. La decoración de ésta se realizó mediante cornisas esgrafiadas, entrepaños y escudos familiares. Su portada es de mármol labrado rojo, representándose entre las ventanas una fastuosa escena de caza.

     En el interior existía una solemne escalera con pinturas y pedrería incrustada, coronada con un enorme blasón polícromo de los cuatro apellidos del propietario. La escalera daba acceso a la bodega y a un gran salón de la primera planta. En este primer piso existían algunas dependencias dominicales adornadas con pinturas murales geométricas, donde se representan aves y motivos vegetales.

Evolución histórica

     Durante el siglo XIX el edificio fue languideciendo, siendo el exterior del piso inferior enlucido de yeso naranja. Mientras que en la pasada centuria, debido a la pérdida de influencia de la familia Blaya, la Casa Pintada pasó por diversos usos. Se utilizó como colegio de monjas desde 1926, siendo regentado por las Religiosas de la Pureza, para posteriormente ser utilizado como academia, y despacho de butano. Tras la Guerra Civil, en el piso noble se situaron los comedores de Auxilio Social, llegando a ser la cacharrería de El Copero, perteneciente a la familia Gil.

     Finalmente, el edificio fue dividido en dos partes iguales y cada una de ellas se vendió a un propietario diferente. En 1969, en el primer piso de la parte izquierda se instaló el club juvenil "Salonac", al igual que las oficinas del concesionario del Gas Butano de Mula. Locales que fueron ocupados por un colegio público entre 1973 y 1977.

     Los propietarios, con un proyecto del Colegio de Arquitectos de Murcia, tenían intención de demoler el edificio y, aprovechando su situación céntrica en la ciudad, construir un bloque de viviendas. Ante la negativa de la comisión de Patrimonio, el proyecto se paralizó. Poco después un incendio destruía su interior, pero se salvaba la fachada, que también sufrió el ataque de una pala autopropulsada, perdiéndose una cuarta parte de ésta.

     El 12 de febrero 1982 fue declarada Bien de Interés Cultural, a pesar del estado de abandono en que se encontraba.

     En 1986, la Consejería de Política Territorial, dentro de su programa de adquisición de edificios históricos, compra la Casa Pintada para rehabilitarla. El arquitecto José María Hervás procede a su reconstrucción, partiendo de una serie de documentos y fotografías antiguas del edificio.

     El criterio elegido para afrontar la restauración fue el de mantener aquello que pudiera conservarse y reconstruir sólo lo imprescindible. Lamentablemente toda la zona afectada por el incendio fue demolida, perdiéndose para siempre. Hervás tuvo que rehacer el pabellón de las antiguas cuadras, la bodega y el gran salón de la planta primera, acondicionándola para oficina y exposiciones.

     Este proceso de restauración recibió un galardón de los Premios de Arquitectura y Urbanismo de la Región de Murcia del año 2001.

Fuente: GONZÁLEZ CASTAÑO, J.: La Casa Pintada de la Ciudad de Mula. Arte e Historia. Fundación Casa Pintada. Murcia. 2005