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Torre Espolón del Castillo de Lorca
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Origen histórico del Castillo de Lorca

De aquel primitivo castillo sólo restan hoy fragmentos de muros, algunos de época almohade, que no permiten adivinar su estado primero. Tras la conquista de la ciudad para el Reino Castellano, en el año 1244, las tropas cristianas ocupan de modo permanente la fortaleza, que comenzará a ser renovada en buena parte sobre los cimientos anteriores, incorporándose entonces las dos torres hoy existentes.

En 1272 ya se trabajaba en ello bajo la dirección del maestro Domingo Aparicio, que ordenaba la labor de los canteros. Éstos, castellanos en su mayoría, y alguno de origen hebreo según las marcas existentes, intervienen en la torre menor, la llamada del Espolón o Esperón, toda de sillería en sus dos cuerpos, con bóvedas de crucería gótica, cuyos nervios se apoyan en columnas adosadas en los ángulos de cada estancia, con capiteles de ornamentación de palmetas y otros esquemáticos de vegetales estilizados.

Bajo su primera planta existe otra subterránea, prácticamente inaccesible, con cuatro semicirculares y bóveda de ladrillo que servía en aquel tiempo como depósito frumentario. La Torre Alfonsina -llamada así en homenaje a Alfonso X que ordenara su construcción- es, en su estado actual, muy posterior a la que el Rey Sabio mandara levantar hace setecientos treinta años.

A comienzos del siglo XV se reedificaba la Torre por los maestros Pedro Yuste de Monzón y Pedro Gil de Briviesca robusteciendo el grosor de sus muros y aumentando su altura, tal como hoy se encuentran.

Son tres sus cuerpos con bóvedas apuntadas de ladrillo que arrancan de un pilar central y cargan sobre ménsulas de baquetones. El último piso recibe luz por cuatro ventanas de perfil mudéjar, hoy sin el parteluz que originariamente poseían. Una escalera entre muros, compuesta por ciento catorce peldaños, conduce a los distintos pisos y a la parte superior de la torre -hoy desalmenada- desde donde se contempla una espléndida vista de la ciudad.