El trazado amurallado de la Cartagena del siglo XVIII se extendió delimitando el recinto urbano y su Arsenal por un circuito de casi cinco kilómetros de longitud. Se trata de una fortificación abaluartada cuya planta fue irregular al adaptarse a la extensión de la ciudad de la época y a algunos accidentes geográficos. La muralla englobaba la ciudad del Setecientos, cercando las cinco colinas y el barrio de San Roque. En la actualidad se conserva buena parte de ella, si exceptuamos algunos tramos soterrados en el frente norte, que fue la zona de expansión urbana durante el siglo XX.
Los más fácilmente visitables desde el propio casco urbano son los lienzos y baluartes del frente marítimo, en el paseo del Muelle, y el frente del Batel, en la cuesta homónima, además del frente de Benipila, que transcurre sobre el malecón de la rambla. El mejor estado de conservación se puede contemplar en el frente del Hospital (por el Hospital de Marina, hoy Universidad Politécnica de Cartagena), en el área marítima, donde quedó fosilizada desde su construcción.
Esta muralla es llamada de Carlos III porque fue durante el reinado de aquel Borbón cuando se realizó su construcción. Fue levantada durante el último tercio del siglo XVIII, y progresivamente dejó de tener validez militar hacia los últimos años del siglo XIX. Se trató básicamente de una serie de extensos frentes abaluartados, unidos entre sí, que se flanqueaban unos a otros.
En toda su extensión, la muralla de Carlos III está declarada Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español.