Luchas contra los franceses y contra el dominio señorial

   La Guerra de la Independencia afectó especialmente a Alhama, a pesar de que el hambre y la fiebre amarilla causaron mayores estragos. El emplazamiento de la villa en el camino real de Murcia a Andalucía, en llano, abierta y sin fortificar, la hacía muy vulnerable. No hay que olvidar que el Castillo se hallaba en ruinas y abandonado desde el siglo XVII. Los sucesivos alcaldes José Solana, Benito Aledo y Juan Vidal apoyaron con víveres, monturas y dinero tanto a la Junta de Murcia como a las partidas de guerrilla. Éstas se componían de una milicia civil, que combatía al ejército napoleónico con pequeñas escaramuzas mediante el factor sorpresa.

   Con todo, se produjeron diversos ataques a Alhama. Por ejemplo, en 1810 los franceses, tras dispersar a los combatientes locales, asaltaron y destruyeron el pósito e incendiaron diversas casas, entre ellas el Ayuntamiento, lo cual acabó con parte del Archivo Municipal. Paralelamente, el Concejo solicitaba su reincorporación a la Corona, finalmente lograda en 1809. En suma, dos años antes de las Cortes de Cádiz en Alhama se ponía fin al yugo feudal. Durante el reinado de Fernando VII la recuperación fue lenta. Además se restableció el dominio señorial, siendo Pedro Álvarez de Toledo, XIII marqués de Los Vélez, el último señor de Alhama hasta 1834, fecha en que la villa volvió a ser definitivamente de realengo.

   Expansión durante el siglo XIX

   El reinado de Isabel II es positivo para la villa, dada la expansión de cultivos. Si a ello se suma la eliminación de trabas señoriales, no es difícil entender el nuevo aire de prosperidad que estos años dejan impresos en la fisonomía urbana: Plaza Vieja, Calle Larga y Corredera. Un punto de referencia esencial fue la inauguración de las nuevas Casas Consistoriales, emplazadas en la Plaza Vieja y dotadas con modernas instalaciones, incluida "una cárcel espaciosa, ventilada y cómoda".

   En cuanto a la desamortización eclesiástica de Mendizábal, casi no tuvo efectos en Alhama, donde la parroquia de San Lázaro no tenía bienes propios y el hospicio franciscano se mantenía con limosnas. Mayor impacto causó la desamortización de bienes comunales de Madoz, produciéndose un expolio de pastos, aguas, esparto, carbón, leña e incluso parcelas cultivables, que perjudicó a los sectores sociales más humildes. En cuanto a la agricultura, a mediados del siglo XIX Alhama contaba con 12.000 fanegas de tierra cultivada, de gran calidad pero con escasa superficie dedicada al regadío. Producía cebada, trigo, maíz, aceite, frutos secos, legumbres y uva. Tiempo atrás el municipio había sido uno de los primeros productores de seda del reino de Murcia, pero en este período el cultivo de morera era ya ínfimo. El poder municipal estaba en manos de una docena de terratenientes importantes. La mediana y pequeña propiedad estaba muy extendida y si sus miembros eran poco poderosos menos aún lo eran los jornaleros, excluidos de la propiedad y sin derecho a voto. La mayoría de los propietarios trabajaba directamente sus tierras, si bien había fincas medianas y amplias en régimen de arrendamiento.

   El despegue demográfico de Alhama en el reinado de Isabel II es digno de interés. Si en 1840 la villa contaba con 4.500 habitantes, dos décadas después se había pasado a la cifra de 5.571. Este importante crecimiento se vio frenado en los últimos años del período isabelino, debido a la crisis agraria y la atracción de pobladores que supuso la ciudad de Murcia, junto a las reactivadas cuencas mineras de Cartagena y Mazarrón. No menos importante fue la emigración al Oranesado (Argelia) e Iberoamérica y, más tarde, a Cataluña. El resultado fue que en 1891 el censo de Alhama era de 5.122 habitantes, de los que 3.320 residían en el núcleo urbano y 1.802 en el campo. Este proceso migratorio frenó el progreso de la villa, aunque hizo posible un equilibrio entre producción y consumo, evitándose así el paro, el hambre y los conflictos sociales.

   Alhama entra en la modernidad

   Las tierras alhameñas, ya desde el siglo XIX, se revalorizan con las nuevas infraestructuras, tanto la carretera como el ferrocarril Murcia-Granada (con ramales hacia Alicante, Cartagena y Águilas). En 1914 se procede al vaciado de las faldas del Castillo, para construir un depósito de agua potable que abasteciese a la población en casos extraordinarios. Se trata de las llamadas Aguas del Caño, que tenían un depósito de reserva y el resto iba a parar a la llamada Fuente del Caño. En 1919 se construyeron otras dos fuentes. Desde esa fecha hasta 1952 Alhama no tuvo más agua potable que ésta y la de los manantiales de Sierra Espuña. A partir de entonces comienza a llegar el agua traída del Taibilla, lo que dio lugar a fuentes públicas, la red de alcantarillado, la estación depuradora, el depósito para las aguas residuales y el lavadero público municipal. La consecuencia más relevante va a ser la ampliación de regadíos, si bien el cultivo de uva de mesa seguía siendo el de mayor peso a mediados del siglo XX.

   El crecimiento de la población delimita nuevos espacios arquitectónicos y jardines con edificios públicos como la Casa de los Saavedra (sede del Centro Cultural V Centenario) y el actual Ayuntamiento, ambas de principios de siglo XX, o la Plaza de Abastos construida en 1928. En los últimos años, la Plaza de la Constitución, el Parque de la Cubana y el Jardín de los Patos, junto con su entorno, enmarcan el nuevo centro social y económico de la villa, en detrimento de la antigua Plaza Vieja, con sus imponentes casonas nobles y la antigua e inolvidable Fuente del Caño.

   Alhama en el umbral del siglo XXI

   Actualmente, Alhama cuenta con una población de 18.000 habitantes. De ellos, en torno a un 12% son inmigrantes, empleados en la agricultura y la industria. Respecto a la economía, a los pies de la población se extiende una extensa planicie de cultivos. El regadío ocupa aproximadamente 6.508 hectáreas, especialmente uva de mesa, así como cítricos, pimiento y otras frutas; la superficie destinada al secano es de 9.478 hectáreas. También existen numerosas industrias, destacando las de transformación agroalimentaria, así como gran número de servicios. En este sentido hay que mencionar el despegue del turismo en el municipio.

   El Parque Regional de Sierra Espuña, auténtico pulmón verde de la Región, tiene cumbres de 1.500 metros y cuenta con 18.000 hectáreas protegidas entre Alhama, Totana, Mula, Aledo y Pliego, en las que predominan pinares de la repoblación del ingeniero Ricardo Codorníu a fines del siglo XIX. De gran interés son los pozos de la nieve, los más antiguos hoy conservados son del siglo XVI, aunque desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XX abastecían de hielo a Murcia, Cartagena, Lorca y Orihuela.