Interior del Monasterio de Santa Ana

La iglesia presenta, una nave central y una lateral, que en realidad se trata de la capilla que alberga al Cristo de la Columna. Se trata de una talla del imaginero murciano Francisco Salzillo, efectuada en madera de ciprés en 1755.

En la decoración de la capilla destacan cuatro gigantescos lienzos de Muñoz Barberán, la talla del Beato Hibernón, del siglo XVIII, la imagen de Santa Margarita (siglo XVI) perteneciente a la escuela napolitana y una imagen de San Antón.

Pero es el entorno y el nutrido número de bienes muebles conservados dentro de esta construcción conventual lo que destaca principalmente la atención del visitante. A la espalda de la capilla hay una impresionante talla del siglo XVII que representa al Cristo de la Sangre. Un retablo con una imagen de la Inmaculada da paso al Museo, en el que se pueden observar desde las más extrañas donaciones hasta grandiosas obras de arte. Hay dos detalles relevantes por su singularidad, la celda de San Pascual Bailón y la Ermita de la Santísima Trinidad que, de planta circular, tiene tres ventanas, tres puertas y tres altares (Padre, Hijo y Espíritu Santo) en los que, caso insólito en la liturgia cristiana, se pueden decir simultáneamente tres misas.

 En la nave central, además del retablo del altar mayor presidido por una imagen, varias veces restaurada, de Santa Ana (siglo XV) y rodeada por ocho tablas pintadas que representan a San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Jerónimo, San Buenaventura y cuatro pasajes de su vida, destaca un retablo de azulejería policroma del siglo XVIII con una imagen neobizantina de Nuestra Señora del Popolo, de fecha no determinada.

Capilla del Cristo de la Columna

En la capilla del Cristo de la Columna, de Salzillo, podemos admirar la majestuosidad de esta magnífica talla de madera de ciprés, salida de la gubia del imaginero murciano en el año 1755 y por la que cobró 1500 reales. El encargo, hecho por la comunidad franciscana, está inspirado en uno de los cuadros expuestos en el Museo, en el que se ve un Ecce Homo muy llagado y sangriento.

La talla tiene la solemnidad, quietud y belleza que Salzillo supo dar a todas sus obras, así como la serenidad ante el sufrimiento que caracteriza a todas las obras del escultor. Es la obra más querida y más admirada por todos y la única que en la actualidad se baja y sube al Convento en Romería.

La Capilla del Cristo está decorada por cuatro gigantescos lienzos, de Muñoz Barberán, y a la izquierda de esa misma capilla está la talla del beato Hibernón, una de las mejores obras salidas del taller de Roque López (siglo XVIII), discípulo aventajado de Salzillo y afamado imaginero. Hay también una imagen de San Antón y una de Santa Margarita Reina, ésta es una estupenda obra de la escuela napolitana del siglo XVI.

A la espalda de la capilla está el Cristo de la Sangre o del padre Mancebón, talla imponente del siglo XVII que hizo un milagro con el venerable padre Mancebón: estando el padre Mancebón ante el Cristo, el Altísimo le colocó dos gotas de sangre de su costado al orante.

Retablo del Altar Mayor

El retablo del altar mayor está presidido por una imagen de Santa Ana, madre de María y abuela de Jesús, con la Virgen y el niño, obra de un anónimo del siglo XV; ha sido muy restaurada a lo largo del tiempo, con más o menos fortuna, desde 1612 en que se doró y estofó por Fr. Cristóbal Moya.