Los yacimientos de esta pedanía, los del Cerro de la Cueva II y Cerro de la Cueva III, nos confirman la existencia de hábitats argáricos, en plena Edad del Bronce, 2.000 años antes de Cristo. Los restos del Cerro de la Cueva III incluirían una posible necrópolis, lo que evidenciaría la existencia de un núcleo de población. Los hábitats argáricos buscaban lugares naturales, que les ofrecieran protección, de aquí el hecho de que los hallazgos arqueológicos de estos períodos históricos se suelan localizar en cuevas y zonas escarpadas.

  Se trata también de culturas que practican enterramientos rituales, donde el sentido de lo espiritual y trascendente va abriéndose paso. Los enterramientos evidencian este hecho y aportan gran cantidad de referencias, que permiten ahondar en el conocimiento de distintos aspectos de estas culturas, ya que a todo cuerpo enterrado suelen acompañarle cerámicas o abalorios que, por ejemplo, nos proporcionan información sobre la importancia social de la persona enterrada.

  Son varias las evidencias de poblamientos romanos, e incluso ibéricos, en Campo Coy, Los Paradores o el Cerro de la Cueva I. En el caso de este último se han hallado restos cerámicos y de estructuras de una villa romana. La evidencia más atractiva de esta pedanía es el puente de origen romano. Si bien su estado actual muestra una clara remodelación, ésta se llevó a cabo sobre los pilares originales del puente, compuestos de restos de sillares romanos.

  En el yacimiento arqueológico cercano al puente se recuperó un as tardo republicano con una imagen de Jano Bifronte, antiguo dios romano de las dos caras, del que se creía que adivinaba el porvenir. Jano dio nombre al primer mes del año, enero. La presencia de algunos yacimientos contiguos a esa zona certifica que tanto esta construcción de ingeniería como otros restos arqueológicos en la pedanía y alrededores forman parte de antiguas poblaciones plenamente desarrolladas.