La estratégica situación de la actual Región de Murcia condicionó desde tiempos remotos el desarrollo de un hábitat fortificado muy característico. Ya de época antigua datan diferentes restos arqueológicos que denotan la necesidad humana de la defensa de un lugar específico.
Conforme se desarrollaban las sociedades, los enemigos fueron haciéndose más numerosos, más variados, y más poderosos. Y mayores eran los intereses que salvaguardar.
Por las espléndidas características de su puerto y su importante situación en el Mediterráneo Occidental, en Cartagena encontraremos hoy singulares muestras de las fortificaciones a lo largo de la Historia.
Pero no será solo la ciudad portuaria. El resto de la Región de Murcia es una tierra de castillos. Su configuración fronteriza durante la Edad Media fue la causa por la que hoy podemos encontrar en el interior murciano numerosas evidencias de espacios fortificados en mejor o peor estado de conservación, que evocan una época peligrosa, insegura, salpicada de batallas y escaramuzas entre cristianos y musulmanes. Lorca, Monteagudo, Caravaca o Moratalla poseen excepcionales fortalezas. Otros castillos llevaron mucho peor el transcurso del tiempo, pero también por esta razón tienen un lugar relevante en el patrimonio histórico regional.
La última frontera fue la marítima. Dio como resultado, a partir del siglo XVI, la construcción de una serie de torres enclavadas en determinados lugares del litoral, destinadas principalmente a la protección de pescadores, embarcaciones y sus artes, en unos espacios marítimos amenazados constantemente por la piratería berberisca. La Azohía y Cope demuestran hoy la dura vida en la costa del antiguo reino de Murcia durante la Edad Moderna.