Las salazones se obtienen a partir de pescados que, a través de un proceso de salado, lavado y secado, refuerzan el sabor, le otorga firmeza a su carne y los inhibe de la actuación de ciertas bacterias. Esta última característica hizo en el pasado que la salazón se utilizara como un método de conservación de alimentos ya que, tras salarlos, permanecían más tiempo con sus propiedades nutritivas casi intactas.

Historia

La utilización de sal para la conservación de los alimentos se remonta a la Edad de Bronce, pero serían los fenicios quienes propagarían el comercio, la producción y el consumo de salazones a lo largo del Mar Mediterráneo.

Posteriormente, la conquista de la Península Ibérica por parte de los romanos haría, debido a su gusto por estos alimentos, en especial el garum, que proliferaran las factorías de salazones, especialmente en el sur y sureste donde el clima era un aliado para su elaboración.

Características

Los principales pescados que se utilizan en la actualidad para la realización de salazones son el atún, mújol, bonito, sardinas, anchoas y otros menos conocidos como la maruca o corvina. De estos peces se producen huevas y mojamas, aunque también se elaboran pescados completos con o sin vísceras.

En la Región de Murcia la producción de salazones y su consumo más elevado se da en los municipios costeros como Cartagena, Águilas o Mazarrón, además en estos dos últimos se han encontrado vestigios arqueológicos de sendas factorías romanas de salazón.

Gastronomía

En la región es usual tomar mojama y hueva con unas sencillas almendras o bonito con tomate crudo, con el objetivo de no enmascarar o diluir su intenso sabor.

No obstante existen preparaciones que combinan a la perfección con estos alimentos, por ejemplo una ensalada con productos de la huerta aderezada con bonito salado o hueva, así como unas migas murcianas acompañadas por sardinas de bota.