Al municipio de San Javier, contiguo a San Pedro del Pinatar por el Sur pertenecen, además de su extensión territorial básica en la fachada occidental del Mar Menor, los terrenos que conforman la Barra denominada La Manga del Mar Menor y que se extienden desde La Encañizada, la primera de las vías de comunicación entre los dos mares por el Norte, hasta las cercanías de la Playa que baña la Punta de Calnegre, pequeña península que configura la Plaza Bohemia y el Hotel Galúa, hitos turísticos actuales de La Manga. Conformando este municipio un total de 75 km2.

     Esto da más de 15 km de playa continua con doble vertiente, hacia el Mar Mediterráneo por el Este y otro tanto hacia el Mar Menor por el Oeste, a lo que sumamos su costa marmenorense occidental (San Javier y Santiago de la Ribera), las costas de Isla Grosa y El Farallón en el Mediterráneo y los islotes de origen volcánico La Perdiguera y Mayor o Barón (privada) más Rondella, Ciervo y Sujeto (Cartagena), situados en la zona Sur del interior de la laguna.

     Como es sabido, el Mar Menor en su totalidad es una unidad geográfica, no así política (aunque existe la demarcación comarcal, unida a la de Cartagena), estando distribuido su territorio entre los municipios de San Pedro del Pinatar, San Javier, Los Alcazares y Cartagena. Con una superficie global de 135 km2 y 73 km de costa, catalogado por la UNESCO como ZONA ESPECIALMENTE PROTEGIDA DEL MEDITERRÁNEO.

     Todo el Mar Menor es reconocido en las fuentes, ya desde la antigüedad, como un lugar paradisíaco donde además se daba la producción de la sal, la pesquería y manufactura de salazones y salsas de pescado, cultivos y ganadería, madera, Carpinteros de Ribera (barcos)… y su comunicación hacia el interior de la región con las cuencas del Segura y Guadalentín por la Rambla del Albujón.

     Además, debemos tener en cuenta el hecho fundamental de que hasta el siglo X de nuestra Era, la Barra natural, hoy conocida como La Manga, tenía muchísima menos entidad, al haberse formado a partir de depósitos arenosos y de fango sobre plegamientos naturales rocosos del cuaternario y al paso de los siglos. Lo que adivina una mayor comunicación entre los dos mares y más vías de entrada y salida, además de una mayor profundidad para los fondos de la laguna que en la actualidad no llegan a los 7 metros y una menor salinidad por esta comunicación y por los aportes de acuíferos de agua dulce y ramblas aluviales que actualmente lo hacen en escasa cuantía.

     Estamos ante asentamientos de índole industrial que jalonan todas las costas interiores y que en el plano subacuático arrojan importantes vestigios de las culturas Íbera, Fenicia, Púnica, Romana, Musulmana (como las monumentales Termas Romanas de Los Alcázares), además de las transcurridas posteriormente y hasta la fecha.

     Hacemos además hincapié en el peligro que entrañaba acercarse por el Mediterráneo a esta costa repleta de accidentes geográficos de escasa altura o a ras del nivel del mar con zonas en seco, unido a los vientos de Levante en época estival (época de navegación en la antigüedad) que arrojan los navíos hacia la costa.

     Aunque constatamos la existencia de sendas torres que harían las veces de faro y guía hacia las entradas, como la del Estacio y más adelante, en plena Edad Media, de vigía ante los continuos ataques a las poblaciones costeras por piratas berberiscos que se suceden hasta el siglo XVIII y representan un claro freno o retroceso económico, político y cultural de todo el Campo de Cartagena durante casi toda la Edad Media.

José Rodríguez Iborra