Época romana

     Las actividades industriales relacionadas con la alfarería están reguladas desde la Antigüedad, aunque poco o nada se sabe de la organización profesional en la península ibérica hasta la llegada de los romanos, debido a la inexistencia de fuentes documentales. Si conocemos la gran antigüedad que el fenómeno asociativo profesional tenía en Roma, gracias a un texto de carácter semilegendario de Plutarco, Vidas Paralelas, que atribuía al rey Numa (segundo rey de Roma, 715-672 a.C.) la creación de las primeras asociaciones profesionales. Según este texto, Numa habría dividido al pueblo por oficios, estableciendo nueve grupos; flautistas, orfebres, carpinteros, tintoreros, zapateros, curtidores, forjadores y ceramistas, mientras que el resto de los oficios estarían agrupados en una novena categoría.

     En época romana, cualquier persona podía solicitar la pertenencia a una corporación profesional, correspondiendo a ésta la aceptación de la demanda o su rechazo. La estructura jerárquica de las asociaciones profesionales romanas copiaba el modelo de los municipios; al igual que estos estaban constituidas por una asamblea de miembros que debatía todo lo referente a la asociación.

Edad Media

     Durante la Edad Media el fenómeno asociativo perduró, aunque con notables diferencias respecto al modelo romano. Regulaba todos los aspectos materiales, e incluso religiosos de los artesanos; su formación, escala laboral, funcionamiento del taller, suministro de materiales ¿etc. Aunque los gremios adquirieron gran importancia en está época, en la que la actividad alfarera se desarrolló notablemente, no se tiene constancia documental sobre agrupaciones gremiales relacionadas con la alfarería en el Reino de Murcia. Sólo a partir del siglo XVI las referencias escritas aluden al funcionamiento de las alfarerías murcianas.

Edad Moderna

     La actividad alfarera durante la Edad Moderna era llevada a cabo por el maestro alfarero, persona que se encargaba de controlar todo el proceso, desde la extracción de la materia prima hasta el horneado de las piezas; también organizaba la administración de las cuentas de la actividad y los acuerdos con los agentes, propios o ajenos, para la distribución y comercialización del producto final. Los oficiales se encargaban de picar la tierra, preparar la arcilla y cocerla, mientras que el aprendiz se dedicaba a realizar los recados necesarios como ayudantes del oficial y maestro.

     Dicha actividad estuvo sujeta a una serie de ordenanzas y leyes para la regulación del gremio, tales como la exigencia de que existiera un listado de precios con el fin de controlar posibles fraudes. Igualmente estaba reglado el acceso a las materias primas como el agua, arcillas y hasta la recogida de leña. De hecho, durante la Edad Moderna, la actividad industrial relacionada con la alfarería estuvo directamente supervisada por el Concejo, siendo necesario incluso pasar una prueba para ejercer como maestro alfarero.