Origen de la cerámica

     Etimológicamente, el término cerámica tiene su origen en el griego keramikos, que literalmente significa hecho de arcilla. Esta palabra a su vez procede de otro vocablo, kéramos (barro o arcilla).

     Las primeras cerámicas datan del Neolítico (V-IV milenio a.C), cuando el ser humano descubre la domesticación de plantas y animales y, por tanto, logra asegurar su subsistencia permitiéndole disponer de excedentes que almacena para períodos de carencia o intercambia por otras materias primas o manufacturas de las que no dispone en su lugar de origen. Estas necesidades, el almacenamiento y el transporte, obligó a disponer de recipientes contenedores adecuados, contexto en el que se producirá el nacimiento y el desarrollo de la cerámica. A partir de este momento, la cerámica se convierte en el material más abundante en los yacimientos arqueológicos y por tanto en una herramienta de gran valor histórico para el conocimiento de las estructuras económicas, relaciones sociales e incluso creencias religiosas y prácticas funerarias del pasado.

     Sin embargo, las propiedades plásticas de la arcilla y sus posibilidades de manipulación mediante la acción del calor, eran conocidas desde mucho antes, puesto que se conocen figuras zoomorfas y antropomorfas fabricadas en cerámica que datan incluso del Paleolítico Superior, entre el 35.000 y el 9.000 a.C. (en el caso de la Península Ibérica en la franja cantábrica).

Nuevas técnicas de fabricación

     Con el paso del tiempo y el desarrollo de nuevas técnicas de fabricación (la invención del torno y empleo de moldes), se crean cerámicas para satisfacer nuevas funciones: iluminación, cocina, usos rituales (pebeteros) e incluso lúdicas.

     Para la fabricación de la cerámica se debía disponer de dos materias primas, además del combustible y agua. La arcilla, obtenida en la mayor parte de las  ocasiones en las proximidades de los cursos fluviales, y los desgrasantes, minerales que aplicados en la arcilla le aportan ciertas cualidades, como reducir la excesiva plasticidad, facilitar su manipulación y lograr que el barro obtenga más resistencia en la cocción en el horno.