La red de canales de conducción abierta de agua que todavía hoy cruzan el territorio de municipios murcianos y de la propia capital de Murcia se dividen y subdividen en azudes, acequias mayores y menores, azarbes y brazales.

Todo este sistema de riego está diseñado en función de distintos principios de ingeniería hidráulica y de los factores condicionantes del terreno, ya que los canales de riego han de seguir las curvas de nivel, además de tener en cuenta las pendientes necesarias para que el agua que corra por ellos nunca duerma.

Un sistema eficaz aunque limitado

Hay una circunstancia importante a tener en cuenta dentro de la realidad de estos sistemas de riego. Se trata de sistemas limitados que no pueden ofrecer el preciado bien hídrico ad infinitum. Las acequias principales se suceden de manera continua, siguiendo las pendientes favorables por lo que, progresivamente, el espacio irrigado se va reduciendo.

Esta realidad comporta la necesidad de unos cálculos precisos sobre la cantidad de espacio que se necesita irrigar y el hecho de que las áreas más cercanas a los focos principales de origen del agua tendrán siempre más cantidad de agua que las áreas más alejadas.

Estos condicionantes técnicos vienen a explicar muchos de los conflictos que a lo largo de la historia se generaron en algunos municipios murcianos ante las necesidades de los agricultores, sobre todo teniendo en cuenta que la agricultura ha sido siempre la base económica por antonomasia en nuestra Región.

Cuenta de estos conflictos da la abundante documentación, sobre todo de los siglos XVII y XVIII, coincidiendo muchas veces con momentos de incremento de la demografía y de los espacios agrícolas a irrigar.