Modelo tradicional  

    Hasta 1730 Cartagena mantenía una personalidad urbana heredada del pasado medieval. Como muchas otras, la ciudad se había desarrollado a partir de la principal fortaleza existente (el castillo de la Concepción), a la cual envolvía formando una especie de herradura con cuyos extremos tocaba el mar.

    La proximidad del Almarjal (o laguna interior) había orientado el crecimiento urbano en dos direcciones opuestas: hacia Murcia-Madrid (el barrio de San Roque o calle del Carmen) y hacia el Rincón de San Ginés (el arrabal de San Diego, Santa Lucía). El espacio entre ambas se iba rellenando a medida que crecía su población y se desecaba la laguna. Por consiguiente, el plano urbano resultante era anárquico y fruto del devenir histórico inmediato (no se había aprovechado el trazado romano).

    Los cambios

    Pero a partir de esa fecha, y tras la decisión monárquica de potenciar el papel naval de Cartagena, se produce una intensa transformación urbana, planificada en todo momento, y cuyo objetivo último será convertirla en la principal plaza fuerte del Mediterráneo español. Durante casi 70 años las obras de construcción se multiplican en todo su perímetro, encadenándose unas a otras: limpieza y adecuación del puerto (1731-1751), Arsenal (1749-1782), murallas (1771-1788), Hospital militar (1752-1762), Parque de artillería (1777-1798), Academia de Guardiamarinas (1789-1810), Cuartel de Presidarios (1776-1785), Cuartel de Antiguones (1783-1796), además de diferentes edificios administrativos, varios castillos defensivos (Atalaya, Moros y Galeras), las defensas exteriores (fuertes y baterías costeras) y otras obras de infraestructura (rambla de Benipila, malecón, desagüe del Almarjal).

      Prácticamente todos los flancos de la ciudad serán transformados: la zona oeste será ocupada en su casi totalidad (Arsenal, astillero, Cuartel de Presidiarios, rambla de Benipila), privando a los cartageneros del uso civil del antiguo mar de Mandarache; en la zona este y meridional las obras no serán menores (Hospital, Cuartel de Antiguones, Academia de Guardiamarinas), al igual que el ángulo nororiental (Parque de artillería, desagüe del Almarjal); todo ello rematado por un cinturón amurallado que la envuelve y que la convierte en una plaza inexpugnable. Desde ese momento la impronta militar marcará irremisiblemente la personalidad de la ciudad, diferenciándola de otras ciudades portuarias homónimas como Alicante, Málaga o Cádiz.

   Una opinión

    Para nuestro viajero inglés, en la Cartagena de fines del XVIII ''las calles son anchas y las casas cómodas; generalmente tienen tejados planos... ofreciéndoles un retiro donde después de la puesta del sol pueden reunirse para gozar de la brisa refrescante. La nueva plaza para el ejercicio militar, que se extiende del este al oeste, a la cabeza del puerto, está construida sobre un plano regular, y como se han visto obligados a quitar una roca considerable de esquisto para dejar sitio a esa larga serie de viviendas, han abierto bajo cada casa excelentes bóvedas para uso de los negociantes (la muralla del Mar). En el extremo de esa plaza está el hospital real, gran establecimiento destinado a recibir a los enfermos del Arsenal y a los del ejército, así como a los presidiarios... La catedral, miserable edificio, está al presente degradada, y como la sede del obispo ha sido trasladada a Murcia se ha convertido en una iglesia parroquial''.

    Aunque no lo cita, es muy probable que nuestro viajero conociera la importante labor de saneamiento y obras públicas realizadas en esta etapa por el ayuntamiento cartagenero: apertura de nuevas fuentes, empedrado de calles, canalización y evacuación de aguas, alumbrado público, etc., con las cuales se completaba el proceso de remodelación urbana de Cartagena, proyectando una imagen exterior de ciudad moderna, planificada y cosmopolita.