La riqueza de los vestigios conservados

El recinto amurallado, jalonado de torres, circunda el antiguo casco urbano de Aledo, adaptándose al puntal rocoso donde se sitúa. En la actualidad, son perfectamente visibles los restos de muros (de mayor o menor alzado) de todo el recinto defensivo que abrazaba el lugar. Éste quedaba organizado en una muralla principal, con lienzos y torres de mampostería o tapial, y un antemuro previo en ciertas zonas construido con tapiales, que fue dotado también con varias torres.

Es sin embargo al norte de la villa donde se sitúa el extremo más y mejor fortificado, y es donde se sitúa la gran Torre del Homenaje que caracteriza a la población. El torreón, de planta cuadrangular y construido a base de un excelente tapial de argamasa, presenta interesantes semejanzas tipológicas --salvando ciertas distancias-- con otras grandes torres cristianas construidas en el reino de Murcia entre los siglos XIII y XIV, como la de Moratalla, el Macho de Cartagena o la torre Alfonsina. Este potente elemento defensivo estuvo rodeado de un sólido amurallamiento, dotado a su vez con siete torres, que la separa del resto de la villa, dándole un carácter apartado e independiente de ésta. El arqueólogo Sánchez Pravía, en uno de sus completos estudios, ya advirtió la división del poblamiento, establecida durante época islámica, en tres áreas igualmente fortificadas: el espacio púramente militar, establecido como una alcazaba; el área religiosa, con la plaza y su mezquita; y el resto de viviendas que habitaban sus pobladores.

La importancia del agua

Un elemento de la fortificación de lo más interesante es el complejo de diferentes estructuras que configura el dispositivo utilizado para abastecer de agua al castillo. Se trata de un sistema de captura subterráneo llamado popularmente “pozo de los Moros”, que convertía a Aledo en un espacio defensivo capaz de soportar un largo sitio. El acceso al agua se efectuaba desde el flanco oeste de la fortaleza, mediante unos escalones labrados en la roca de la ladera, que desembocaba en un pozo vertical excavado sobre el terreno y dotado de una escalera de caracol esculpida en el tubo, que facilitaba el ingreso al pasadizo subterráneo donde existía la mina que filtraba el agua. Y todo ello se encuentra, al exterior, protegido por una torre construida en tapial (llamada “la torreta”) que daba cobertura defensiva a la escalera mencionada.