Yacimientos


La definición de cultura ibérica es compleja pero a grandes rasgos se entiende por ibérico, los pueblos que desde el siglo VI a.C. hasta finales del I a.C. habitaron la franja mediterránea comprendida entre la Alta Andalucía y el río Herault, en Francia.

Su desarrollo estuvo marcado por los contactos comerciales con los griegos, que junto a los fenicios, introdujeron nuevas costumbres, tecnologías y rituales que desembocó en la eclosión de la cultura ibérica. Estos contactos comerciales empezaron ya en el siglo VI a.C., pero experimentaron su mayor auge en las últimas décadas del siglo V a.C y primera mitad del IV a.C, constatándose en los yacimientos de la Región gran cantidad de importaciones áticas, cuyo uso final será, en la mayoría de los casos, como ofrenda en los rituales funerarios.

Estos pueblos nunca tuvieron una administración política común, sino que se organizan en torno a grandes poblados de los que dependen otros asentamientos de menor entidad. En la Región de Murcia destaca el yacimiento de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla), el Cigarralejo (Mula), cuya necrópolis ha proporcionado uno de los repertorios de cultura material ibérica más importantes de la Península Ibérica, el Verdolay (Murcia) y el situado bajo el casco urbano de la ciudad de Lorca. Otros yacimientos importantes son: Molinicos (Moratalla), Cabezo del Tío Pío (Archena) y Los Nietos (Cartagena)

Por lo general estos poblados se sitúan en altura, defendidos por murallas de piedra y adobe y desde los cuales se tiene una amplia visibilidad del territorio circundante. Las casas se adaptan a la topografía del terreno, constituyendo manzanas irregulares, apoyándose las unas en las otras, no existiendo espacios públicos como plazas ni una concepción planificada del espacio urbano.

Su principal fuente de subsistencia fue la agricultura y la ganadería, completada con la práctica de la caza y la pesca. Mantuvieron todo tipo de contactos comerciales con griegos y púnicos, alcanzaron gran maestría en el trabajo del hierro y la industria textil (lino y esparto), además de desarrollar un sistema de escritura y de pesos y medidas.

De su cultura material sobresale la cerámica, con una gran diversidad de tipos decorada en rojo o marrón, generalmente de carácter geométrico, aunque más tarde se introducen motivos antropomorfos, animales y vegetales. Destacaron también en la metalurgia, fabricando todo tipo de herramientas utilizadas en la agricultura además de oficios artesanales, aunque los objetos más relevantes, y mejor conocidos, son las armas. Los guerreros constituyeron un grupo de gran importancia dentro de la sociedad ibérica, sobre todo durante los siglos V y IV a.C. Su equipación estaba formada básicamente por la falcata, la castra o escudo circular y varios tipos de lanza, pudiendo ser completado por otros elementos como grebas, cascos metálicos o de cuero o cuchillos.

El ritual funerario consistía en la incineración del cadáver en una pira funeraria; las cenizas eran depositadas en una fosa practicada en el suelo, en ocasiones dentro de una urna cineraria, en la que también se colocaba el ajuar, una serie de objetos que posiblemente pertenecieron al difunto o bien son ofrendas de sus familiares y conciudadanos, con el fin de que le sirvieran en el más allá. Finalmente, la tumba se rellenaba con tierra y, en ocasiones, se recubría con una estructura de piedras, de planta cuadrangular, denominada encachado.