De la conquista de Murcia a la revuelta de 1264


Entre 1230 y 1243 tiene lugar la conquista del emirato hudita por parte de los castellanos. El acto final es la firma del tratado de Alcaraz, en el que el emir murciano Ibn Hud acepta su condición de vasallo de Fernando III el Santo, el monarca que había llevado a cabo la unificación definitiva de Castilla y León en el mismo año 1230.

Si bien en una primera fase se podría hablar de un cierto equilibrio entre las dos comunidades (la cristiana y la musulmana), este equilibrio se rompió de forma clara a favor de los cristianos, quienes paulatinamente fueron incrementando su presión sobre los pobladores islámicos, ya no moros, sino mudéjares, es decir, sometidos (o también domesticados, domados; del árabe mudayyan). Un primer momento clave de ruptura se produce con la rebelión, y posterior derrota, de los mudéjares entre 1264 y 1266. La rendición de Murcia provocó el exilio de muchos mudéjares, entre ellos aquellos que pactaron su salida pacífica hacia Granada, y sufrieron la traición de los cristianos en Huércal, en donde mujeres y niños fueron reducidos a cautividad, y los hombres fueron asesinados. De ahí en adelante, la población musulmana no hace sino experimentar un declive constante. Dejando de lado los datos demográficos, caben pocas dudas de su progresiva decadencia en lo social, en lo económico o en lo cultural hasta finales de la Baja Edad Media. De forma simultánea, como ha mostrado M. Rodríguez Llopis, los cristianos iban repoblando, repartiendo propiedades, y transformando las relaciones de los hombres con el espacio, con la propiedad y entre ellos mismos.

Al igual que para el conjunto de los reinos de España, es difícil hablar en el Reino de Murcia de mudéjares o de moriscos como si se trataran de comunidades dotadas de una identidad perfectamente identificable en el tiempo y en el espacio. No es lo mismo el mudéjar rural que el urbano; no es lo mismo el mudéjar del señorío, que el de realengo; como no es igual la situación en Castilla, en Navarra, en Andalucía o en Valencia; como no es igual, ni mucho menos, la situación de los mudéjares granadinos que, descendientes de sangre de reyes, fueron atraídos y asimilados a la causa de los Reyes Católicos integrándose sin problemas en las oligarquías locales (como lo han mostrado los trabajos de Enrique Soria), que la de los moriscos convertidos bajo presión, marginados y condenados a vivir en muchos casos bajo sospecha permanente.