Con la conquista romana y la romanización de la población indígena, Begastri se convierte en un Municipio Romano, dotado de los edificios característicos de época clásica y carente de murallas defensivas. La superioridad militar de Roma era tal que sus ciudadanos no se sentían amenazados. Esa fase constructiva supuso la destrucción de restos de fortificaciones prerromanas, de las cuales aún no se han encontrado vestigios.

   Las excavaciones arqueológicas realizadas en el cabezo han puesto al descubierto dos murallas que, a tenor del registro estratigráfico y de los restos materiales vinculados a ellas, fueron elevadas en diferentes momentos de la Historia de la ciudad. Lógicamente, esos momentos deben vincularse con dos épocas de inestabilidad política sin precedentes, turbulencias de larga duración y de ámbito general.

  La más antigua de las murallas fue aquella que procuró proteger el recinto superior (acrópolis), con un trazado que procura adaptarse a la curva de nivel situada a 542,50 metros sobre el nivel del mar en el sector occidental, descendiendo hasta la 537,50 m.s.n.m en el sector más oriental. En los últimos años del siglo III de nuestra era, la entrada de francos y alamanes en la Península siembra el terror, probablemente es en ese momento cuando los edificios más notables de la ciudad fueron desmontados para construir unas sólidas murallas que protegieran a sus habitantes.

  Del periodo comprendido entre el fin del s. III d. C. y la época visigoda tenemos escasos datos. La construcción de la primera muralla no implica que las áreas que quedaron entonces extra urbem dejaran de ser ocupadas. No obstante, en el interior del recinto se asiste a una dinámica urbanística nueva, ya no hay lugar para grandes espacios públicos, lógicamente el Foro quedaría abandonado y, probablemente, su espacio sería aprovechado para construir viviendas, que acogieran a una población más concentrada en el interior del recinto.

  Técnica constructiva

  Parece ser que los ciudadanos de Begastri, en los últimos años del siglo III d.C., eran conscientes de que la ciudad cambiaba de fisonomía, en primer lugar porque en la construcción de la muralla se utilizaron materiales constructivos procedentes de edificios públicos, lo que parece indicar una renuncia a los espacios forales y a los edificios lúdicos. En segundo lugar el trazado de la muralla constriñe el espacio intramuros, suponiendo la erección de los muros una reducción considerable del área urbana, aunque con toda seguridad en el exterior quedaron barrios residuales y actividades artesanales.

  La fábrica constructiva que prevalece en la mayoría de los tramos documentados es el muro compuesto opus emplectum de la variedad opus incertum. Se compone de tres hojas, las dos exteriores tienen la finalidad de servir como un falso encofrado para sujetar el relleno de hormigón. Una vez ejecutadas las caras exteriores hasta una altura de 1,5 metros de altura aproximadamente se vertía el opus caementicio. El opus caementicium fue una innovación romana, que supuso un gran avance en la arquitectura. Se define como un mortero de cal y arena, con cantos y ripios que al fraguar adquiere una gran dureza.

  La construcción de este cinturón amurallado se data en los últimos años del siglo III de nuestra era. Se explica como una respuesta de los ciudadanos frente a la entrada de las hordas de bárbaros (así se llamaba a los extranjeros), que asolaban toda la costa levantina. Las fortificaciones no pueden ser comprendidas sin una atención especial a las formas de hacer la guerra en el momento determinado en el que fueron construidas. La construcción de un recinto defensivo tiene como finalidad dar a los defensores una serie de ventaja sobre los atacantes. La disposición de murallas, torres y puertas queda determinada por las tácticas militares y las armas ofensivas en uso. La fortificación de Begastri tuvo en cuenta, tanto a los grupos de hombres sin ley y pobremente armados que merodeaban por aquellos siglos tardíos, como a los ejércitos atacantes bien provistos de maquinaria.

  A pesar de su construcción apresurada, desde el punto de vista de la arquitectura militar, la primera muralla de Begastri se caracteriza por su enorme solidez, que la hace prácticamente inexpugnable. Es muy probable que la ciudad nunca fuera tomada por las armas, lo que le permitió subsistir durante los difíciles años de la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media, hasta que tomó su relevo el asentamiento de Cehegín. La primera muralla de Begastri presenta un grosor de 5 metros y conserva una altura media de otros 5 metros. En función de esas dimensiones y en el caso de que guardase unas proporciones equilibradas, es muy probable que su alzado total alcanzara aproximadamente entre 10 y 11 metros.

  El flanco sur es uno de los sectores donde mejor se aprecia la técnica constructiva empleada para su levantamiento. En primera instancia se excavó una fosa de cimentación que no es muy profunda, pues apenas alcanza los 50 centímetros de profundidad. Después se elevaron dos muros construidos con fábrica de sillería o de muy buen sillarejo, dejando un hueco interior, que luego sería rellenado con grandes piedras, cascotes y todo ello se cubría con un mortero de gran resistencia cuando fraguaba. De esta manera los muros actuaban como forros del encofrado. Para construir esta cara externa no sólo se empleaba la sillería. A veces también colocaban fustes de columna en sentido transversal, que servían para coser el lienzo a tizón, dando más solidez a todo el conjunto. Esa técnica permitía llevar a cabo reparaciones de los sectores dañados o deteriorados, construyendo un muro de sillarejo similar y dejando el muro primitivo como relleno del nuevo.