El acueducto (aquae ductus) de Begastri fue una obra de gran magnitud y muy costosa que, sin duda, fue promovida y costeada por los poderes públicos de la ciudad. Testimonia por sí misma la importancia del poblamiento romano ya en época altoimperial. Como es habitual en este tipo de obras de ingeniería hidráulica fue construida, fundamentalmente, para facilitar el suministro de agua potable a la urbe, evitando de esta manera que sus habitantes se vieran obligados a acarrear el agua desde el río Quípar.

  Las villas romanas nacieron como residencias de recreo situadas en el campo, a las que los dueños acudían ciertas épocas del año, pero en el siglo III d.C., como consecuencia de la crisis económica que afectó a la sociedad y al ámbito urbano, las villas se convirtieron en unidades de producción, rodeadas de tierras fértiles que se cultivaban con el fin de comercializar la producción. La ciudad dispuso de unas infraestructuras hidráulicas que aseguraban el abastecimiento de agua en perfectas condiciones de salubridad a la población y, quizás, también para el riego de sus tierras. La aportación de este caudal permanente en el interior de la ciudad, sin duda, hizo posible la construcción de importantes obras públicas urbanas, que eran grandes consumidoras de agua (termas, ninfeos, fuentes...).

  El acueducto de Begastri estuvo en funcionamiento en un período dilatado de tiempo, tal como indican las reparaciones de época romana tardía, que se aprecian en algunos tramos de su conducción. Existen numerosas dovelas de arco, halladas en las inmediaciones que hubieron de ser sustituidas a consecuencia del gran deterioro por otro tipo de aparejo de menor calidad. En las proximidades del acueducto se ha localizado la presencia de algunas villaeromanas donde abundan los restos de fundición de metal, circunstancia que parece indicar que el acueducto, a través de algún canal de derivación también habría aportado el caudal necesario para abastecer a las ferrerías y llevar a cabo los procesos metalúrgicos.

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