El paraje del yacimiento del Cigarralejo es conocido por los lugareños como La ciudad perdida, aunque asociándola sobre todo a la necrópolis y al poblado, puesto que ambas estaciones han sido objeto de saqueos desde antiguo, en el intento permanente por parte de los clandestinos de localizar 'tesoros' o cualquier objeto valioso.

   Primeras referencias al Santuario del Cigarralejo

   Tenemos constancia de la existencia de un autor que en el s. XVIII habla de la zona, dedicándole especial atención a lo que parece ser el santuario. Se trata del fraile franciscano Pablo Manuel Ortega Lorca, cronista de Cartagena, fallecido en Mula en 1767 y que aporta interesantes datos del descubrimiento por parte de un hidalgo muleño, entre otras cosas, de una piedra en forma de escudo "en la cual se ve figurada de relieve una mula, por ambos lados de dicha piedra, la cual trajo a su casa dicho caballero, en donde se conserva y yo he visto repetidas veces".

   Esta piedra fue hallada en el santuario. Continúa diciendo que "en lo más encumbrado del monte que domina todo aquel sitio", en dicha cumbre había no sólo cimientos sino también algunos pedazos de paredes de un edificio; y habiendo hecho limpiar aquel espacio hasta descubrir el pavimento, se advirtió y conoció haber estado distribuido en varias piezas y algunas de ellas baldosadas de piedras grandes labradas y bruñidas, pero un cuartito de aquellos estaba enladrillado de piezas de plomo, cuya figura imitaba "a los ladrillos que suelen hacer de chocolate, del peso de media libra, aunque algo más gruesos" se descubrió buena parte de la portada de dicho edificio, que era de piedras labradas, unidas con fortísimo betún y algunas con plomo; y habiendo cotejado las otras piedras sepultadas y caídas conjuntamente con ésta de que hablamos, con las que estaban en pie para formar dicha portada, se conoció evidente que eran de la misma calidad y, sin duda, las que habían servido de compañeras en dichas pilastras y arco para dicho edificio. Por lo que adelanto muy poco el discurso, sin violencia, se hace creíble, que esta nuestra piedra en forma de escudo con la mula, la cual se halló entre las otras que estaban caídas y sepultadas, estuviese cerrando el arco por corona de la portada, según la común costumbre.

   La labor de D. Emeterio Cuadrado

   Pese a estas noticias reveladoras, habrá que esperar a su redescubrimiento en el año 1945 por parte de Emeterio Cuadrado para poder tener una visión científica de este conjunto único tanto en el campo de la religiosidad ibérica como en el de la arqueología en general. Cuadrado encontró casualmente durante unas prospecciones superficiales, en la ladera del monte, un pequeño exvoto pétreo, tallado en piedra arenisca que representaba a una damita decapitada, lo que le puso ante la pista de la existencia de un posible santuario ibérico.

   Los trabajos de campo fueron efectuados entre los años 1946 y 1948, realizando en este tiempo tres campañas arqueológicas que culminaron con la publicación en 1950 de los resultados de dichas intervenciones, titulada 'Excavaciones en el Santuario Ibérico de El Cigarralejo (Mula, Murcia)', en Informes y Memorias 21. En ella recoge exhaustivamente, no sólo el gran recinto cultural que dejó al descubierto y que hasta la fecha es el único excavado íntegramente en nuestra región, también analizó los exvotos, de los que cabe destacar el pormenorizado estudio tipológico de los atalajes y arreos de montar de las representaciones de caballos enjaezados, estudio que no ha sido superado hasta la fecha.

   Las investigaciones sobre el santuario del Cigarralejo han sido retomadas por diversos autores que han podido aportar nuevas ideas acerca de la espiritualidad del hombre ibérico, pero en base a la publicación citada anteriormente, puesto que los trabajos de campo no llegaron a retomarse nunca y a falta de la publicación de los objetos, principalmente cerámicos, que aparecieron en las diversas dependencias del edificio y que Emeterio Cuadrado dejó, según sus palabras, para una próxima publicación. No obstante, el descubrimiento de la necrópolis le hizo abandonar el santuario y pasó a trabajar en esta última durante cuarenta años consecutivos e ininterrumpidos.