La cremación

   Poco conocemos del ritual de enterramiento ibérico y de las ceremonias durante el sepelio. Las fuentes son mudas al respecto y la arqueología, si bien nos sirve de poca ayuda para saber lo que pensaban los íberos sobre la muerte, sí nos dice mucho acerca de lo que hacían. Efectivamente, en base a las excavaciones realizadas en las necrópolis ibéricas sabemos que la forma de enterramiento es la cremación, fuera de la tumba, en una pira de leña (ustrina), en donde se depositaba al cadáver vestido y adornado, incluso con sus objetos personales y armas. Esta pira funeraria podía alcanzar una temperatura de 650-800º C.

   Deposición de las cenizas y el ajuar

   Posteriormente se trasladaban los restos calcinados y las cenizas aún calientes a la fosa. La deposición podía ser en el interior de una urna funeraria o directamente en la fosa. Esta  última consiste en un pequeño hoyo de forma ovalada o cuadrangular, de aproximadamente 1,5 m. de longitud, excavado en el suelo de la necrópolis. A veces se le aplican a las paredes un enlucido o revoco de color blanquecino.

   En la fosa se depositaban una serie de objetos, que posiblemente pertenecieron al difunto, o bien son ofrendas de sus familiares y conciudadanos, con el fin de que le sirvieran en el más allá. Es lo que llamamos 'ajuar funerario' que, en ocasiones, también se inutiliza ritualmente, al igual que el cuerpo del cadáver.

   Gracias a estos materiales podemos deducir quién fue enterrado en la tumba, es decir, si se trataba de un hombre, mujer, o tumbas dobles y el oficio que tuvo en vida, así como su estatus social, en base a la cantidad y la calidad del ajuar funerario. Tenemos documentado en el Cigarralejo sepulturas con restos óseos de dos o más individuos adultos y alguna con adulto y niño, este último sin quemar, ya que los íberos no cremaban a los niños menores de 2 años.

   Otras ofrendas

   Junto al ajuar funerario no faltan ofrendas alimenticias, aunque el banquete funerario celebrado en honor del finado bien pudo no desarrollarse en el cementerio. Estas ofrendas de comida eran quemadas 'in situ' y nunca consumidas por los vivos. Abundan restos de cereales, uva, higos, granadas, huesos de aves y gallináceas, cerdo y cordero. Del mismo modo aparecen restos de tejidos (esparto, lino y lana) y vasos destinados a contener perfume, del que no ha quedado más vestigio que el contenedor. Finalmente la tumba se rellenó con tierra y, en ocasiones, se recubría con una estructura de piedra cuadrangular denominada 'encachado'.  La riqueza del ajuar funerario no siempre esté en consonancia con el tamaño de la sepultura. Se hicieron distintas ceremonias en honor del difunto, especialmente si se trataba de un personaje relevante o de un caudillo, como libaciones, desfiles, luchas...