Vista actual de Moratalla, donde aún se observa nítidamente el trazado medieval
Vista actual de Moratalla, donde aún se observa nítidamente el trazado medieval

     Tras la subida al poder de Yusuf I, los almohades se reorganizaron y consiguieron recuperan buena parte del territorio perdido en Andalucía. Tras tomar Andujar, Baeza, Baza, Cúllar y Vélez Rubio, se preparan para atacar el territorio de Murcia.

     En una campaña de castigo sin precedentes, remontaron el río Castril y recorrieron toda la comarca natural de la Sierra de Segura, obteniendo "de la parte de Galera y Caravaca y Baza y de los montes de Segura un considerable botín y muchos rebaños de acémilas, vacas y decenas de millares de ganado y se llenó el río y se colmaron de sus riquezas las manos de los almohades con innumerables bienes, engarzados unos en otros, gracias a Dios". Esta expedición debió suponer un duro golpe para la economía de todos los asentamientos de la Sierra de Segura, que tardarían muchos años en recuperarse.

     En el año 1169, cuatro años después de la terrible campaña de castigo lanzada por los almohades sobre el territorio de la Sierra de Segura, el emir Ibn Mardanîsh rechazaba el ultimátum del imperio almohade para que rindiera su reino y se disponía a resistir el ataque de sus enemigos.

     Esas obras no fueron suficientes para detener el avance de los almohades, que resultó ser imparable, y pronto consiguieron rendir Jaén, Almería, Lorca, Elche, Alcira y Valencia e incluso pusieron cerco a la ciudad de Murcia. La repentina muerte del rey Lobo en 1172 hizo que sus hijos rindieran Murcia, dando lugar a un prolongado período de gobierno de los almohades que comprende desde 1172 hasta 1228.

Moratalla: un asentamiento típico musulmán

     El asentamiento de Moratalla conoció un fuerte impulso bajo la influencia de Ibn Madannîsh, la población y el núcleo fueron extendiendose a partir de la zona más elevada (la fortaleza), y procurando adaptarse a la acusada pendiente de la ladera, se extendieron los barrios residenciales, comunicados por calles estrechas y adarves o callejones sin salida que permitían el acceso a dos o tres viviendas; algunos de esos adarves han pervivido en el "barrio del castellar".

     Todo el recinto quedaba protegido por una potente muralla de tapial que, a tramos regulares, disponía de fuertes torreones rematados por almenas, de los cuales, hoy pueden contemplarse dos de ellos al pie del castillo (ver vídeo).