El infante don Juan Manuel
El infante don Juan Manuel
Leyenda al pie de la tumba de Don Juan Manuel
Leyenda al pie de la tumba de Don Juan Manuel

Don Juan Manuel

Don Juan Manuel ha pasado a la historia de motu propio.

Destaca por su dedicación a las letras, considerándose él mismo escritor. De su pluma salieron algunas de las obras más representativas de la literatura medieval castellana como es el caso de la obra que recoge las peripecias del conde Lucanor y su criado Patronio.

Don Juan Manuel, además, fue un importante político, detentando el poder en Murcia como adelantado mayor del reino.

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A comienzos del siglo XIV, el poder político de la ciudad de Lorca estaba vinculado al adelantado mayor del reino de Murcia, la máxima autoridad judicial y militar de la demarcación. Al frente del cargo estaba uno de los personajes más relevantes de Castilla en la época, don Juan Manuel, hijo del infante don Manuel y, por tanto, nieto de Fernando III el Santo (ver documento).

Redes clientelares

El principal modo de intervención en el gobierno de la ciudad consistía en colocar a familiares o clientes (personas bajo su tutela) en relevantes cargos del municipio. Así Sancho Manuel, hermanastro del adelantado, se convirtió en alcaide (responsable o guardián de una fortaleza) del castillo de Lorca. Pero es más conocido otro Sancho Manuel, hijo ilegítimo del autor del Conde Lucanor, también alcaide de Lorca, quien al frente de las huestes de la ciudad venció a los granadinos en Velillas en 1341. Como ocurrió en el resto del reino, el linaje de los Manuel fue desplazado progresivamente por el de los Fajardo a finales de la centuria y comienzos de la siguiente.

Fin del "democratismo" municipal

Frente a la autonomía de los concejos y frente a la influencia del poder territorial de los adelantados, la Corona tendía a convertirse en la directora de un estado fuerte. Así, en 1399, bajo el gobierno de Enrique III el Doliente, quedó implantado en Lorca el sistema de regidurías en el gobierno local. Esta reforma acabó por completo con el concejo abierto, donde todos los vecinos, al menos teóricamente, podían intervenir y participar libremente en las reuniones municipales.

Frente a la autonomía de los concejos y frente a la influencia del poder territorial de los adelantados, la Corona tendía a convertirse en la directora de un estado fuerte. Así, en 1399, bajo el gobierno de Enrique III el Doliente, quedó implantado en Lorca el sistema de regidurías en el gobierno local. Esta reforma acabó por completo con el concejo abierto, donde todos los vecinos, al menos teóricamente, podían intervenir y participar libremente en las reuniones municipales.

El ayuntamiento quedó cerrado a unos pocos (los linajes más poderosos): sólo se compondría de alcaldes, regidores, jurados, escribano y mayordomo. Serían elegidos 36 regidores entre las parroquias (barrios), alternándose cada año de seis en seis el día 24 de junio (la festividad de San Juan Bautista). Si bien esta monopolización del poder local ocasionó serios enfrentamientos poco más tarde, constituyó la forma de gobierno municipal los cuatro siglos siguientes.