Los Almorávides atacaron y conquistaron las principales plazas murcianas
Los Almorávides atacaron y conquistaron las principales plazas murcianas
Vista de Aledo [Fortaleza de Aledo]
Vista de Aledo

      En 1084, Ibn Rasiq desvinculó su poder en Murcia del emirato de Sevilla. Este personaje había llegado a ser gobernador de Tudmir gracias a su colaboración con Ibn Ammar, ministro del emir sevillano al-Mutamid, durante la conquista de la antigua cora murciana. En aquel año, Ibn Rasiq aprovechó la inestabilidad política del emirato de Sevilla y proclamó la independencia de su gobierno. Precisamente, al año siguiente se produce la conquista de Toledo por Alfonso VI, que fue seguida por una feroz ofensiva castellana sobre el Islam andalusí.

Aledo

     Así, en el contexto también de las campañas del Cid Campeador, se produce la toma de Aledo por las tropas de García Jiménez. Como veremos un poco más adelante, es bien sabido que este hecho fue una de las causas que provocó la intervención de las huestes almorávides de Yusuf ibn Tasufin en la península, en un primer momento como apoyo al ejército de al-Mutamid.

     Así se produjo una contraofensiva musulmana que puso sitio a Aledo en 1088. Para mantener la autonomía de su poder, Ibn Rasiq abasteció a las tropas castellanas desde la ciudad de Murcia, anuló la efectividad del cerco, y dio lugar, junto a la tenaz resistencia cristiana, al fracaso estrepitoso de la campaña musulmana.

Intervención Almorávide

     Alegando la decadencia y laxitud religiosa de los musulmanes hispánicos, el Califa almorávide decidió la conquista de al-Ándalus y su incorporación al imperio norteafricano. En junio del año 1091 las huestes almorávides al mando del hijo de Ibn Tasufin, tomaron Aledo y la ciudad de Murcia (ver vídeo).

     La conquista fue seguida de una ola de intolerancia religiosa que provocó la huida masiva de los mozárabes (cristianos bajo la administración islámica) hacia Castilla y Aragón. A pesar de derrotar al ejército castellano en Uclés en 1108, las armas cristianas no cesaron en su acoso, evidenciando la fragilidad del poder almorávide en la península.

     Entre 1125 y 1126, Alfonso I de Aragón pasaba ante la capital murciana durante una campaña que le llevó incluso a tierras granadinas. Los años siguientes redundaron en un clima de inestabilidad política que derivó en un nuevo periodo de división territorial y la aparición, nuevamente, de pequeños estados islámicos independientes.