Sabemos a través de Polibio (XXXIV, 8-11), que hacia la mitad del siglo II a.C., las minas cercanas a Carthago Nova eran del Estado romano al que, mediante el trabajo de una masa ingente de operarios, que lleva a aglutinar en la zona minera cerca de 40.000 hombres, proporcionan 25000 dracmas diarios. Las minas estaban ligadas directamente a Roma como ager publicus, como deja ver la Ley Agraria de Publio Servio Rulo, donde los agri apud Nouam Karthaginem aparecen en la lista de los terrenos públicos de los que Roma podía disponer (De leg. Agr. I, 2, 5). En este sentido, sabemos que el Estado arrienda la explotación a publicanos, que toman la iniciativa de forma individual o colectiva, agrupados en pequeñas o grandes compañías (societates). En el caso de Carthago Nova estos publicanos aparentemente actuaban solos o en asociaciones de pequeña envergadura, de ahí también la fragmentación del espacio explotado.

   Dichos publicanos son, sobre todo, de origen itálico y, en menor medida, oriental. Así, de las menciones de Diodoro (5,36, 1-4 y 5,38, 1-5) acerca de las minas ibéricas se desprende que en época republicana estaban en manos de amos itálicos, que acudieron en elevado número. Del mismo modo, Polibio indica que las labores de Cartagena eran del pueblo romano. Coherentemente también la documentación arqueológica permite rastrear ese dominio itálico. Así, desde finales del siglo II a.C. y a lo largo del siglo I a.C. los lingotes de plomo permiten identificar una serie de personajes de origen itálico, como los Aquinii, Atelli, Turulli, Laetilii, Varii, Cornelii, Lucretii, Planii, Pontilieni o Mesii, familias que, como permite comprobar la epigrafía, se consolidarán también como aristocracia rural y urbana. De esta forma, por ejemplo, uno de estos negotiatores, el liberto Marco Aquinio Andro, de hecho aparece implicado en la monumentalización de la ciudad, como prueba la documentación de una inscripción musiva en el sacellum dedicado a Iuppiter Stator en el cabezo Gallufo.

   En otros casos, de su mano, también se producirá la promoción de indígenas, como prueba la epigrafía cartagenera en casos como los de Cneo Atelio Bulio y Cneo Atelio Toloco. En cualquier caso, a partir de época cesariana, cuando Cartagena adquiere el estatuto colonial, las minas posiblemente pasaron a ser ager publicus de la nueva colonia, que se encargará de nuevas concesiones a particulares o sociedades, como la del Monte Ilucronense o el Monte Argentario (Soc. Argent. Fond. Mont. Ilucr.; Soc. Mont. Argent. Ilucro; y Mont. Argent.). En estos cambios de titularidad de los terrenos también se produjeron cambios en la estructura y densidad del poblamiento rural, potenciando la explotación agrícola. Para época imperial, en cambio, al igual que ocurre con el resto de minas importantes, las de Carthago Nova debieron quedar también bajo control imperial y gestión del fisco, disminuyendo, por lo tanto, el papel de publicanos y sociedades.