A lo largo de la Antigüedad, diversos autores cantaron la riqueza minera de la Península Ibérica, como Plinio (XXXIII, 31,96-97) o Estrabón (III,2,9). Dentro de ésta, ocuparon un importante lugar las minas de Carthago Nova. Así, este último autor nos informa acerca de éstas: "Las minas de plata en las cercanías de Carthago Nova son muy grandes y distan de la ciudad unos 20 estadios. Tienen un perímetro circular de unos 400 estadios, donde permanece estable una población de cuarenta mil trabajadores, que aportan cada día al pueblo romano en esa época veinticinco mil dracmas". Estrabón, III, 2,10.

   De hecho, la riqueza minera de la zona parece ser uno de los factores determinantes para la fundación púnica de la ciudad. En este sentido, la evidencia de una explotación intensiva de las minas de plata del sureste y de la Bética por parte de los Bárquidas se deduce de un texto de Plinio, que hace referencia a los pozos abiertos por Aníbal y, en concreto, al pozo Baebelo. Es por ello por lo que también Roma se verá impelida a la conquista de la ciudad, para privar a los cartagineses no ya sólo de una de sus principales plazas sino, sobre todo, de las minas de plata que sufragan en gran parte las guerras.

   Como testimonio de esa explotación precoz, sabemos que cuando Escipión zarpa en el 206 a. C. de Tarragona rumbo a Roma, lo hace con una flotilla de diez naves, que transportaban 14.342 libras de plata, casi cinco mil kilos (Livio, XXVIII,38), que hay que suponer salidos de las minas de la ciudad. La misma arqueología corrobora tales citas, de tal forma que para el siglo III a.C. ya se constatan asentamientos en la zona minera, como Mina Balsa, La Paloma o Mina Mercurio, que seguirán manteniendo igualmente un alto grado de producción durante época republicana. También cabe suponer procedencia cartagenera para las 43.000 libras de plata que el propretor de la Hispania Citerior, Lucio Cornelio Léntulo, deposita en Roma.

   El distrito minero de Carthago Nova quedaba conformado por la Sierra de Cartagena (Sancti-Spiritus, Cabezo Rajao, collado de Don Juan, etc.), las zonas mineras de Mazarrón (Cabezo de San Cristóbal, Los Perules, Coto Fortuna, etc.,) y Águilas, así como también, probablemente, los cotos mineros de Almería, como la Sierra Almagrera y Sierra de Gádor.

   Su riqueza reside en la galena argentífera, explotada en filones y capas de cierta envergadura, así como también bolsadas, nódulos o pequeñas vetas de mineral. Una parte importante de los criaderos más ricos se encontraban en la parte oriental de la sierra cartagenera ya que, a diferencia del resto, no sólo no venían acompañados de blenda, sino que también contenían entre 3 y 6 kg. de plata por tonelada de plomo. En esa zona, en el triángulo formado por las actuales poblaciones de La Unión, Portmán y Llano del Beal se situaba uno de los focos de mayor actividad, con toda una serie de puntos de extracción diseminados por las cumbres y laderas de montes, barrancos y ramblas. En este foco destacan por su potencialidad el Cerro del Sancti Spiritus y, sobre todo, el Cabezo Rajao, llamado así por contar con un gran tajo que atraviesa su cumbre.

   Más dispar era, en cambio, la riqueza minera de la zona mazarronera, en donde ocupan un lugar especial el Cabezo de San Cristóbal o el Coto Fortuna. En ambos focos convivieron los trabajos de explotación, "a cielo abierto", con los de excavaciones subterráneas, a veces incluso en una misma zona de explotación, como ocurre con el Cabezo Rajao y el Coto Fortuna, en la Sierra de Cartagena y Mazarrón, respectivamente.