Antes de la guerra civil

    Debemos recordar que las hipótesis sobre el origen apostólico del templo de la Asunción nunca sobrepasaron el ámbito local, debido a la escasísima difusión de la obra de Oliver. Sólo los historiadores locales se han ocupado del asunto, por lo que no ha habido una crítica fundamentada hasta épocas recientes. Antes de la Guerra Civil los únicos historiadores que discutieron las tesis de Oliver fueron Fernández-Villamarzo y González Simancas. Ninguno de los dos tuvo una formación académica. Eran más bien eruditos, corresponsales de las academias históricas y patrimoniales, ocupados en recopilar memorias y noticias, que trataron de presentar de una forma objetiva, de acuerdo a lo exigido por la historiografía del momento.

    Ya vimos que Fernandez-Villamarzo, en su obra de 1907 Estudios gráficohistóricos de Cartagena, se había mostrado de acuerdo con su amigo Oliver en cuanto a la atribución del mosaico al siglo I d.C. y a la relación entre el mosaico y una hipotética basílica cristiana. González Simancas se mostró más escéptico, pero su crítica a la obra de Oliver, al que conoció y trató amistosamente, se centró en la cronología del mosaico. González Simancas, en su Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia, 1905-1907, aceptó sin reservas la relación entre pavimento y culto cristiano, pero probablemente prejuzgando la imposibilidad de la existencia de un edificio de culto cristiano en un momento tan temprano, trató, erróneamente, de rebatir la cronología propuesta por Oliver, fechando el mosaico en una fecha más tardía. La conclusión final fue, por tanto, la de sospechar la existencia de una basílica cristiana constantiniana o bizantina.

   Tras la guerra civil. Antonio Beltrán

    Tras estos estudios la discusión sobre el mosaico de la ''catedral Antigua'' desaparece por completo, debido a la absoluta falta de historiadores locales con algún rigor historiográfico, no reapareciendo hasta la obra de Antonio Beltrán, primer arqueólogo moderno de Cartagena, ya tras el final de la Guerra Civil. Beltrán, dentro de las limitaciones de la época, fue el creador del primer trabajo serio sobre la arqueología de Cartagena, promotor del primer Museo Arqueológico y de los primeros estudios científicos de los restos arqueológicos locales.

    Sin embargo en el análisis del mosaico de la ''Catedral Antigua'' se muestra vacilante. En un primer momento, en la sección arqueológica de su Guía turística de Cartagena, de 1946, sigue las ideas de González Simancas sobre una datación tardía del pavimento. Pero ese error de atribución fue pronto corregido, y en 1952, en su artículo ''El plano arqueológico de Cartagena'', publicado en la revista Archivo Español de Arqueología XXV 1952 (1er Se-mestre) data, ahora sí correctamente, el mosaico en el siglo I d.C. Esto le lleva a reconocer, en alguna medida, la posibilidad de la existencia de una basílica cristiana temprana. ''...la existencia del mosaico y de la basa permiten exponer que en el mismo lugar hubo un edificio cuyos elementos fueron aprovechados en las construcciones posteriores. No nos atrevemos a afirmar cuál, ni si pudo ser el templo de Augusto o la basílica cristiana, pero no nos extrañaría que pudiera haber sido ambas cosas.''

    Sucesores de Antonio Beltrán. San Martín Moro

    Tras marchar a su cátedra en Zaragoza, Beltrán dejó continuadores de su labor en Cartagena, y el más característico fue el arquitecto Pedro San Martín Moro, director de la Junta Municipal de Arqueología, y el verdadero impulsor, con sus trabajos arqueológicos y actuaciones constructivas, de la arqueología cartagenera. En los años cincuenta, y dentro del renovado interés por la historia de Cartagena en general y del origen de la ''Catedral Antigua'' en particular, centró su atención en el subsuelo del templo de la Asunción, completamente en ruinas en ese momento. En 1956 comenzó los estudios, protegiendo con el traslado al Museo Arqueológico las obras que habían quedado expuestas al vandalismo, como la taracea de Langón, los escudos heráldicos y las lápidas, esfuerzos que desembocaron en una excavación arqueológica entre noviembre y diciembre de 1958.

    Estos trabajos fueron, en lo esencial, una ratificación de los hallazgos de las obras de 1877, ya que la limitación presupuestaria impidió ampliarlas. Confirmaron la existencia de restos bajo el nivel moderno, sobre todo un potente muro apoyado directamente sobre el mosaico romano, así como la presencia de gran cantidad de sepulturas cristianas desde el siglo XIV al XIX. Asimismo reconoció un estrato de ocupación romana que parecía relacionado con el mosaico. Entre esos restos romanos se conservan en el Museo Arqueológico tres lucernas cristianas muy bien conservadas, fechadas por Amante Sánchez en el siglo IV d.C., en su artículo Lucernas en TS Africana de la Región de Murcia, Antigüedad y Cristianismo II 1991. Esas lucernas deben sin embargo ser tomadas con gran precaución, puesto que aunque aparecen como procedentes de la ''catedral antigua'', no son citadas en las memorias de excavación de San Martín.

    La posición de San Martín sobre la existencia o no de un culto cristiano antiguo fluctuó con el tiempo. En 1958, en su memoria de urgencia al Ayuntamiento, fechada el 20 de diciembre, influido por el ambiente general de la ciudad, parece rec-nocer la posibilidad de la existencia de un culto cristiano antiguo. ''... los trabajos efectuados hasta el momento no permiten aun formar una idea de las construcciones enterradas bajo las ruinas de la catedral, pero no obstante, el descubrimiento de la planta romana inferior, a la que corresponde la basa, el mosaico, la gran cantidad hallada procedente del mismo, la importante edificación su-perpuesta, confirman las hipótesis sobre el antiguo origen y evolución de este templo.''

    Pero en 1973, tras más de quince años de experiencia arqueológica, al publ-car la memoria de su excavación de 1958, reconoce lo especulativo de la atribución. Tras fechar el origen del templo cristiano a mediados del siglo XIII, expone: ''Algunos historiadores pretenden sin mucho fundamento llevar la fecha de su construcción al siglo VI, y algunas tradiciones la remontan a los primeros tiempos del cristianismo, pero lo cierto es que de esas épocas no hay ningún resto visible en la estructura actual del templo, salvo los elementos reutilizados del subsuelo...'' La Catedral Antigua de Cartagena; Mastia 2 (serie antigua) Cartagena 1973

    En cuanto al mosaico, lo desliga de forma definitiva de la construcción del templo, fechándolo en el siglo I, pero sin relacionarlo de ninguna manera con el culto cristiano. Simplemente lo trata, como en el resto de la ciudad, como el sustrato de la ciudad romana sobre la que se superponen, sin relación alguna, las construcciones medievales y modernas.

    En la actualidad

    Tras San Martín aparece, por fin, una generación de arqueólogos e historiadores cartageneros formados académicamente, lo que ha impulsado de forma decisiva el conocimiento de la historia de Cartagena. En 1985 Sebastián Ramallo Asensio publicó, en su obra Mosaicos romanos de Cartago Nova (Hispania Citerior), el primer estudio científico sobre el mosaico romano descubierto en 1877, fechándolo de forma precisa en el momento de auge de la ciudad romana, entre el siglo I a.C. y el primer cuarto del siglo I d.C. Esto desechaba definitivamente cualquier atribución del pavimento a una construcción cristiana.

    La tradición local lo ha venido relacionando, sin fundamento alguno, con la construcción de la primitiva iglesia de Cartagena, opinión mantenida aun por algunos eruditos de la ciudad, y que hay que descartar de forma evidente por su misma cronología.

    En 1986 Cristóbal Belda Navarro publica el artículo ''El arte bajomedieval. Sus testimonios en Cartagena'', Historia de Cartagena, t. VI, 1986, 368-388, donde realiza el estudio más completo y preciso hasta ahora sobre la historia del templo de la Asunción. Belda plantea que, aunque hubo un proyecto de construcción de una catedral tras la reconquista, no se pasó de levantar un pequeño templo pronto abandonado por el obispado tras el traslado a Murcia de 1291. En cuanto a la elección del lugar, desecha las noticias de un culto antiguo, que considera procedentes de la prolongada polémica que desde el siglo XVI enfrentó al Ayuntamiento de Cartagena con el obispado sobre el retorno de la sede episcopal. En su lugar recuerda la necesidad de la época de situar la iglesia en una posición de defensa en medio de un estado de guerra semi-permanente. ''...la elección del solar sólo encuentra su justificación en razón de necesida-des defensivas y estratégicas... la situación de la nueva catedral habría de efectuarse en una de las antiguas colinas que formaron la morfología romana de la ciudad, y que el reducto donde se enclavase estuviera a salvo de los previsibles peligros a los que periódicamente se veía sometida la ciudad.''

    De hecho, a mediados de los ochenta, la conexión entre el mosaico y la iglesia había sido totalmente rechazada, y no era tenida en cuenta en los círculos académicos, donde se seguía manteniendo la hipótesis de una posible basílica de los siglos V-VI, pero con una localización totalmente desconocida, por más que algunos cronistas seguían manteniendo la mención a una hipotética catedral antigua bajo Santa María la Vieja dentro del dossier de agravios contra las autoridades autonómicas de Murcia y el obispado.

    Además, en 1987, Rubio Paredes en su libro El templo de Santa María de Gracia de Cartagena heredero de la Catedral Antigua, dio un golpe decisivo a la tradición sobre la evangelización de Santiago, al demostrar sin ninguna duda su origen en la Cartagena de finales del siglo XVII y principios del XVIII, basada en textos foráneos de principios del siglo XVII, sin ningún tipo de origen antiguo tradicional en la ciudad. Con ello la relación entre el mosaico del siglo I y la predicación jacobea, que era el fundamento esencial de la conexión de la ''Catedral Antigua'' con los orígenes del cristianismo, quedó totalmente descartada.

    Pero el templo de la Asunción reservaba un último sobresalto. En 1986, durante las excavaciones arqueológicas en la plaza de la Condesa Peralta, que se extendieron por la antigua Cárcel eclesiástica, aparecieron cuatro hermosos capiteles corintios en mármol de Carrara, fechados en el siglo I d. C. En los primeros momentos esos elementos fueron considerados como parte de un templo monumental romano, quizás el templo de Augusto testimoniado por una emisión monetaria local del año 19 d.C., hipótesis recogida por Sebastián Ramallo. ''El lugar señalado es una amplia plataforma... situada en la falda suroeste del castillo de la Concepción, donde actualmente se encuentran las ruinas de la Catedral Vieja... el descubrimiento más sorprendente lo constituye la recuperación de cuatro grandes capiteles corintios en mármol blanco de Carrara reutilizados en la cimentación de un muro de cronología tardía... estos datos... hacen de este sector un importante centro de culto de la ciudad, cuya larga evolución desembocaría en la moderna Catedral Vieja''. La ciudad romana de Cartago Nova: La documentación arqueológica, Murcia 1989

    De hecho, parecía resucitarse la idea de Beltrán de que Santa María la Vieja representaba la fase final de un lugar de culto cuyo origen sería el templo de Esculapio en el Monte de la Concepción, atestiguado por Polibio, y que posteriormente albergaría el templo de Augusto y una basílica paleocristiana o bizantina. Pero estas hipótesis quedaron desechadas con la identificación, en febrero de 1990, de un elemento arquitectónico claramente perteneciente a un teatro romano, el basamento del frons pulpiti. Esto, unido al hallazgo de un epígrafe conmemorativo fechado entre el año 5 a.C. y el 1 d.C., ''...permitía descartar cualquier vinculación de los restos subyacentes con un edificio cultual''. El teatro romano de Cartagena; Sebastián Ramallo-Elena Ruiz Val-deras, Murcia 1998.

    Con la identificación del teatro desaparecieron las dudas sobre la historia del solar del templo de la Asunción, aunque las sucesivas excavaciones que fueron estableciendo los límites del teatro bajo las ruinas de la iglesia no afectaron al área occidental, donde se hallan los restos descubiertos en las excavaciones de 1877 y 1958. Quedaron así abiertos interrogantes sobre la naturaleza de las estructuras arquitectónicas allí conservadas, fundamentalmente el muro descubierto por la excavación de San Martín.

    Valoraciones finales

    Esas dudas quedaron aclaradas tras las excavaciones de 2004-2005, de las que tenemos una somera descripción en las Actas de las XII Jornadas de Patrimonio Histórico, Murcia 2006, p. 97-100. Ahora conocemos, con bastante precisión, la evolución urbana de toda el área. Fue ocupada hasta el siglo I a.C. por viviendas relativamente lujosas, de las que el mosaico de la ''catedral antigua'', junto al mosaico de los delfines del centro cultural de la ''muralla bizantina'' son los restos mejor conservados. A finales del siglo I a.C. las autoridades de la colonia decidieron utilizar ese espacio privilegiado en la trama urbana para levantar un gran teatro, dentro de la política de monumentalización de las ciudades romanas en época augustea. El teatro fue posteriormente abandonado en el siglo II, y reocupado por edificaciones comerciales a partir del siglo V, hasta la decadencia de la ciudad a partir del siglo VII.

    En época musulmana la ciudad renació en la cima de la colina, quedando el espacio del teatro convertido en área de acceso, cruzada por la muralla de la medina. Apareció así una gran terraza en la parte superior, ocupada en el periodo islámico por viviendas. No hay trazas de la existencia de ninguna mezquita o lugar de culto musulmán. Fue a la llegada de las autoridades cristianas en 1245 cuando se tomó la decisión de levantar en ese lugar una capilla. Las primeras décadas de Cartagena como ciudad castellana son muy oscuras. Sabemos de la existencia de una guarnición en el castillo, y de la restauración del obispado por parte de Alfonso X, pero las autoridades, incluido el primer obispo, Pedro Gallego, se instalaron en Murcia. Los indicios arqueológicos parecen demostrar que no llegó a iniciarse la construcción de una catedral, que en cualquier caso terminó por ser levantada en Murcia. En su lugar se edificó una pequeña ermita, dedicada a Santa María de la Asunción, posiblemente muy poco después de la conquista, como demuestra la lápida de Juan de Buitrera de 1252.

    Esta iglesia se levantó de forma paralela a la reconstrucción del castillo de la Concepción, y formando parte de sus defensas exteriores. Más pequeña que la actual, ocupaba la parte occidental de la actual iglesia, la de la calle del Osario, y su planta podría corresponder al potente muro de cimentación estudiado por Sanmartín en 1958, que los arqueólogos han fechado provisionalmente a fines del siglo XIII. De hecho se han hallado restos de niveles de circulación y estructuras de almacenaje de los siglos XIII y XIV en toda la zona oriental del templo. Esta pequeña capilla bastó a la reducida población cristiana, y probablemente fue remodelada varias veces en la Edad Media, hasta que fue ampliada y reconstruida a mediados o finales del siglo XVI. Se levantó entonces un gran muro de cimentación, apoyado en los restos del teatro, que amplió el espacio aterrazado y permitió la construcción de un templo que corresponde básicamente a la actual planta de la iglesia. Desde muy pronto la edificación adoleció de graves defectos de cimentación, lo que obligó a frecuentes obras de afianzamiento, ya desde finales del siglo XVI.

    Actualmente toda la zona está incluida en un gran programa de reestructuración urbana, a partir de un diseño de Rafael Moneo que incluye la restauración del teatro y la adecuación de algunas construcciones adyacentes como parte de un gran complejo arqueológico-cultural, en el que los restos de la iglesia de la Asunción tendrán un papel fundamental. En cualquier caso, deberá tener en cuenta la importancia cultural y espiritual que el templo de la Asunción, la ''catedral vieja'', ha tenido y tiene para los cartageneros, plasmadas en las emotivas palabras de Manuel González Huarque en 1877, cuando veía y sentía la ruina de la que había sido ''su iglesia'' ''... mientras subsistan elevadas esas dos columnas de la tiranía y el martirio, la Pretoriana y la de los Mártires, mientras quede en pie una piedra donde poder doblar nuestra rodilla, allí estará siempre la primigenia, la vieja Catedral de Cartagena''. El Eco de Cartagena, 20.04.1877

    Hoy sabemos que no está allí esa catedral primigenia, que tantos anhelos y esperanzas despertó en muchos cartageneros, pero las dos viejas y venerables columnas permanecerán, como memoria de lo que fue, durante muchos siglos, el foco de la espiritualidad cartagenera.