Las diversas evidencias arqueológicas de los yacimientos de Carthago Nova, ciertos textos de autores de la Antigüedad como Estrabón o Polibio, unidos a las vasijas de almacenamiento halladas en los pecios de Escombreras, resultan reveladores para conocer cuáles fueron los principales productos de comercialización en Carthago Nova, pudiéndose resumir en plata, plomo, vino, aceite, cereales y salazones.

  Plata y plomo

  Los autores antiguos consideraban a Hispania como el distrito minero más rico del Imperio. Toda Sierra Morena y Cartagena constituían gigantescos cotos mineros de plomo argentífero explotado por Roma. Estrabón (III,2,9) evoca la admiración de Posidonio por la inagotable riqueza minera de la Península, describiendo a continuación las minas de Cartagena: "Las minas de plata en las cercanías de Carthago Nova son muy grandes y distan de la ciudad unos 20 estadios. Tienen un perímetro circular de unos 400 estadios donde permanece estable, una población de cuarenta mil trabajadores que aportan cada día al pueblo romano en esta época veinticinco dracmas".

  La explotación romana se extendió por los principales criaderos de galena argentífera de la Sierra de Cartagena, donde destaca el Cerro del Sancti-Spíritus; la zona que sufrió una mayor intensidad de labores mineras fue la del triángulo formado por las actuales poblaciones de La Unión, Portmán y Llano del Beal. Sabemos que cuando Escipión zarpa en el año 206 de Tarragona rumbo a Roma, lo hace con una flotilla de diez naves, que transportaban 14.342 libras de plata sin acuñar, más de 4.000 kilos (LIVIO, XXVIII,38), que hay que suponer salidos de las minas de la ciudad. También serían de procedencia cartagenera las 43.000 libras de plata que el propretor de la Hispania Citerior, Lucio Cornelio Léntulo, deposita en Roma. La mayor parte de las ensenadas localizadas en la vertiente meridional de la sierra, así como el extremo meridional del Mar Menor, sirvieron como vía para el transporte del metal hasta Carthago Nova, desde cuyo puerto se centralizaría su comercialización a gran escala.

  Salazones y garum

  En cuanto a los recursos marinos, abundaban en las aguas que bañaban la Cartagena romana especies como el bonito, la melva o el estornino, el atún rojo, así como la caballa o scomber, de la cual toma su nombre la isla de Escombreras, situada frente a la bocana del puerto de Cartagena. Esta riqueza pesquera, unida a la existencia en el sector Nororiental de la costa de una amplia llanura abierta al Mar Menor, que da lugar a una costa baja que facilitaba el desarrollo de explotaciones salineras, favorecieron el desarrollo de una destacada producción de salazones y de la mítica salsa garum, muy apreciada en todo el Estado Romano.

  El mercante Escombreras IV, que naufragó en la zona entre los siglos I y III, llevaba abundante carga de productos béticos, vino y aceite, completada con salazones. De hecho desde época augústea, Carthago Nova era el principal centro productor y exportador de salazones y garum que, fabricados con escómbridos capturados en sus pesquerías, alcanzaron fama universal y elevado precio por su calidad.

  La salazón de Carthago Nova era de las más cotizados. "Actualmente- escribe Plinio (NH, XXXI, 94)- el garum mejor se obtiene del pex escombro en las pesquerías de Carthago Spartaria. Se le conoce con el nombre de garum sociorum. Dos congios no se pagan con menos de 1000 monedas de plata. A excepción de los ungüentos, no hay licor alguno que se pague tan caro, dando su nobleza a los lugares de donde viene". En el extremo meridional del Mar Menor se localizan dos factorías de salazones: Los Castillitos y Las Mateas. Otras posibles factorías se situarían en la Bahía de Portmán y Escombreras.

  Productos agrícolas

  Cuando en la primera mitad del siglo I a.C las minas alcanzan sus más altas cotas de productividad se produce una intensa ocupación y explotación del suelo agrícola, el ager de la ciudad, que se extenderá hasta el siglo III. Este espacio ocupaba la amplia llanura sedimentaria, que se extiende al Norte de la población que, por sus características topográficas y edafológicas, posee una alta potencialidad agrícola. Este fenómeno se ha relacionado con la promulgación de la ley agraria del año 64 a.C, que contemplaba de manera explícita la inclusión del ager publicus de Carthago Nova en los lotes destinados a la adquisición de tierras cultivables (Cicerón, De leg. Agr., 1,2,5; y 2, 19, 51).

  Diversos autores antiguos recogen en sus escritos los principales productos agrícolas del Sur de Hispania. En el siglo I a.C, Trogo Pompeyo describe a Hispania como una tierra rica en toda clase de frutos, concretamente cita el trigo, el vino, la miel y el aceite, con los que abastece sobradamente a sus habitantes y a los de Italia. Hacia el siglo I, Plinio 'el Viejo' destaca que la cebada más productiva se encontraba en los alrededores de Carthago Nova, mientras que Estrabón indica que "del Sur de Hispania se exporta a Roma trigo, mucho vino y aceite, éste no sólo en cantidad, sino en calidad insuperable".

  El esparto también alcanzó gran importancia en la economía de Carthago Nova. En uno de sus textos, Estrabón nos describe las utilidades de esta planta que, afirma, se utilizaba para tejer cuerdas y se exportaba a todos los países, especialmente a Italia. Plinio puntualiza que los campesinos confeccionaban con el esparto sus lechos, hacían antorchas y fuego, fabricaban calzados y los pastores sus vestidos. Este filósofo antiguo calcula la extensión del espartizal de Carthago Nova en unos 30.000 x 100.000 pasos.