El pueblo fenicio, que habita la fachada levantina del Mar Mediterráneo, sucesor de los cananeos, inicia una expansión marítima y colonial a finales del II milenio a.C., tras la búsqueda de materias primas desde cereales y ganado que garanticen su subsistencia hasta los metales más preciados, oro y plata, para uso suntuario, y estaño y cobre para armas y herramientas. Lograrán cierta hegemonía en su área, como bisagra entre Mesopotamia, Egipto, Anatolia y Grecia, convirtiéndose en los comerciantes por excelencia de la Antigüedad, suministradores de materias primas de Occidente, África, Europa, India y Mar Rojo, objetos de orfebrería, vino y su excepcional madera de cedro, la mejor para la construcción naval a todas estas potencias.

  Durante este fin de milenio, que supone el paso de la Edad del Bronce a la del Hierro, suceden violentas convulsiones sociales y políticas en los reinos y Estados del área tras las invasiones de los Pueblos del Mar, los fenicios, convertidos en una talasocracia de ciudades-Estado, inician su diáspora marítima, estableciéndose en Chipre y llegando a Creta, dando posteriormente el salto a Italia, Túnez, la Península Ibérica, Ibiza, Sicilia y Cerdeña.

  Posteriormente la ruta será por África, desde Egipto hasta el Atlántico, pasando por Libia y Cartago hasta Marruecos y la Península. Es en este contexto donde encuadramos la colonización de Mazarrón por esta cultura, bien desde Tiro, bien desde las colonias y factorías establecidas en el Sur alrededor de Gadir, el Círculo del Estrecho, caso más probable como así constatan los restos materiales encontrados.

  De esta manera encontramos evidencias físicas de su establecimiento en tierras de Mazarrón alrededor ya del s.VII a.C.: el yacimiento de Playa de la Isla con los restos subacuáticos de dos barcos, de entre 8 y 9 metros de eslora, con un cargamento de unas dos toneladas de tortas de óxidos de plomo (para su uso en otros centros mineros carentes de este mineral necesario para la obtención de la plata) y el establecimiento minero de Punta de los Gavilanes, en conexión con el anterior y del que nos quedan muestras de presencia fenicia para estos años, restos de su comercio y de su establecimiento, además de una instalación metalúrgica para la obtención de la plata, fechada ya a partir del s.IV a.C.