Con el nombre de laboreo en el ámbito minero se conoce, según la Real Academia de la Lengua, al "arte de explotar las minas, haciendo las labores o excavaciones necesarias, fortificándolas, disponiendo el tránsito por ellas y extrayendo las menas aprovechables". Estos trabajos se complementan posteriormente con el transporte, procesos de lavado, fundiciones y, por último, la comercialización.

  Ya desde época romana se comenzó a utilizar un tipo de herramental, que apenas sufriría cambios hasta el esplendor minero del siglo XIX. Así, picos, mazas y cuñas protagonizaron los trabajos de extracción para los materiales más blandos en pozos y galerías romanos. No obstante, también llevarían a cabo el laboreo, a través de otras técnicas como la fracturación del mineral mediante la aplicación de fuego y agua. Tanto los mineros romanos como los del siglo XIX y XX utilizaron dos formas diferentes de acceder al mineral del subsuelo: a través de pozos y galerías o con explotaciones a cielo abierto.

  Ya en la minería moderna los mineros trabajaban a base de martillos perforadores, realizando huecos o barrenos donde introducían cartuchos de pólvora (que posteriormente serían sustituidos por dinamita). Tras la explosión controlada entraban los encargados de sanear la pared, para evitar desprendimientos en las paredes o techo de la galería, triturando con marros grandes rocas para poder cargarlas en las tolvas en primer lugar y, más tarde, en vagonetas que los castilletes se encargaban de sacar al exterior.

  Estos sencillos procesos de laboreo hicieron que la mayoría de empresarios mineros apenas invirtieran recursos económicos en el desarrollo tecnológico de sus explotaciones, limitándose a conseguir el mineral, lavarlo, clasificarlo y comercializarlo. Pero las grandes devaluaciones en el precio de minerales como el plomo a primeros del siglo XX hicieron que cerraran numerosas minas, debido a las crisis del sector y la falta de previsiones.

  La segunda época dorada de la minería contemporánea en la Sierra Minera de La Unión se daría en la segunda mitad del siglo XX, resultando unos trabajos de laboreo diferentes a los utilizados hasta entonces. Las explotaciones de canteras o cortas a cielo abierto requerían una fuerte inversión en vehículos de extracción, capaces de mover diariamente toneladas de tierra, así como en maquinaria específica para la molienda y el lavado del mineral. Para las labores de extracción, la empresa multinacional Peñarroya, propietaria de la mayoría de la Sierra Minera durante la segunda mitad del siglo XX, adquirió en el mercado internacional, principalmente estadounidense, sondas dobles, bulldozers americanos Carpier, Dumper, perforadoras rotativas y de retro-percusión, tractores/orugas, camiones Euclid de hasta 100 tn, excavadoras eléctricas con cucharas de 2'5 m3 de capacidad y excavadoras eléctricas de cables Rustón-Bucyrus, entre otra maquinaria.

  El laboreo en la minería de La Unión, que apenas había cambiado desde época romana, sufriría en 50 años una transformación radical, aunque la mayor potencia excavadora también haría que las reservas de mineral terminaran por agotarse, hasta dejar de ser beneficiosas para las empresas de explotación.