La primera etapa contemporánea de la minería unionense se desarrolla durante el siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, y en ella se realizaría un trabajo intensivo de laboreo en el subsuelo de la sierra, así como en los diferentes lavaderos y fundiciones de la zona. Los trabajos en la mina se desarrollaban de sol a sol. Los mineros acudían andando por los caminos de la sierra hasta el pozo minero o las diferentes infraestructuras donde realizarán su labor y su jornada laboral se comprendía entre 10 y 12 horas, todos los días de la semana, todo el año, salvo ferias y Navidad, fechas en las que dispondrían de algunas jornadas libres. Este mismo horario era seguido por adultos, jóvenes y niños.

  La Región de Murcia y la provincia de Almería fueron los dos emplazamientos mineros con mayor porcentaje de muchachos trabajando en las minas, con cifras cercanas al 30% de los trabajadores. Sus primeras labores en las explotaciones consistían en acarrar minerales en el interior de las galerías, aunque posteriormente desarrollarían los mismos trabajos que los adultos. En las primeras décadas del siglo XX las inspecciones para evitar esta explotación a los niños se intensificaron, limitando estos altos porcentajes de mano de obra infantil.

  Existían trabajos duros dentro de la mina, aunque suponían un alto grado de inseguridad y riesgo. Así destacan los barreneros-picadores-perforistas, marreros, peones, amainadores, cabo de ganchos, pedriceros, entibaores, tuberos, mecheros y pegadores, entre otros. Estos trabajos se desarrollaban en el interior de la mina, contando con personal especializado que pasaba toda su jornada realizando la misma labor. La rutina diaria, la presión del riesgo, el polvo del interior de la mina y otros condicionantes negativos para los mineros harían que los accidentes estuvieran a la orden del día entre los operarios. En la actualidad aún quedan frases populares que recuerdan estos sucesos como por ejemplo "mándame 100 vivos que yo te mandaré 100 muertos", haciendo referencia a los trabajadores que perdían la vida en el interior de la tierra.

  Los salarios

  Durante la primera mitad del siglo XIX era escaso el número de mineros que trabajaban en las minas, percibiendo por su labor unos jornales aceptables. Sin embargo, el aumento de trabajadores durante la época de esplendor, unido a la importante inmigración que recibió la Sierra Minera fue poco a poco modificando esta circunstancia hasta llegar a niveles que rozaban la miseria. En estos primeros momentos el sistema de venta de partidas de mineral a bocamina se realizaba por quincenas o mensualidades, aunque el escaso capital de las pequeñas sociedades o empresas sería causante de numerosas modificaciones en el pago, incluso retrasándolo hasta la venta total de la partida de mineral.

  Pero el pago del salario tuvo otra modificación nada ventajosa para los mineros, el sistema de vales. A los trabajadores se les recompensaba su labor con simples recibos, que debían canjear en establecimientos propiedad del patrón o asociados con lo que se introducían en un círculo cerrado, que dejaba todos los beneficios a los empresarios mineros. Esta forma de sueldo estaría vigente hasta la segunda década del siglo XX. En definitiva, los mineros murcianos cualificados percibían un salario inferior al del resto de mineros españoles de su misma categoría.

  Comunicaciones entre el interior y el exterior

  Un sonido que acompañaba a los mineros que trabajaban en las galerías subterráneas eran, a parte de los barrenos y los picos, los golpes de martillo para comunicarse entre el exterior y el interior. Se trataba de un martillo metálico situado en la bocamina, que golpeaba una chapa y avisaba a los trabajadores del exterior a qué galería debían bajar la jaula o la cuna. Una cuerda amarrada al martillo y descolgada por la boca de las galerías hacía que desde cualquier galería pudieran avisar y comunicarse con el maquinista de la casa de máquinas.

    Así, estos martillos tenían su propio código:

-Para poner la máquina de extracción en marcha hacia arriba: 1 toque.
-Para poner la máquina de extracción en marcha hacia abajo: 2 toques.
-Para indicar que dentro de la cuba sacaban un objeto: 3 toques.
-Si la jaula o la cuba transportaba personas: 4 toques.

  Para que el maquinista parara la jaula en la planta deseada se debían tocar los golpes que correspondían a cada planta. Por ejemplo, si se pretendía pasar de la 7 a la 1 se daban: 4 golpes (se transportan personas), 6 para indicar que se desean subir 6 plantas y 1 golpe para indicar que la máquina se pone en funcionamiento hacia arriba. El ciclo laboral diario de un minero de finales del siglo XIX o primeros del XX finalizaba saliendo al exterior de la mina y cambiándose de ropa para acercarse de nuevo a la ciudad. Allí les esperaba la cena y una vida nocturna activa, que les hacía evadirse del peligro que corrían día a día en el interior de las minas.