La Reina María Cristina de Habsburgo asumió la Regencia de la Corona, tras la muerte de Alfonso XII, entre 1885 y 1902, debido a la minoría de edad del príncipe de Asturias don Alfonso de Borbón, hijo póstumo del monarca. María Cristina de Habsburgo era hija de los archiduques de Austria Carlos Fernando e Isabel Francisca y fue la segunda mujer de Alfonso XII, una vez fallecida la reina María de las Mercedes.

   El turno de partidos entre conservadores y liberales, institucionalizado en el Pacto de El Pardo (1885), garantizó la continuidad de la monarquía y proporcionó estabilidad política al sistema de la Restauración. Los liberales gobernaron España en los periodos entre 1885-90, 1892-95, 1897-99 y 1901-02 bajo la presidencia de Mateo Práxedes Sagasta, y los conservadores ejercieron el poder entre 1890-92, 1895-97 y 1899-1900 bajo la presidencia de Antonio Cánovas del Castillo, primero, y de Francisco Silvela, después.

Diputados destacados

-Aznar Butigieg, Ángel. Dr. de la Escuela Superior del Ejército
-Castelar Ripoll, Emilio. Ex-presidente de la I República
-De la Cierva Peñafiel, Juan. Hacendado, industrial y doctor en Derecho
-García Alix, Antonio. Ministro de Bellas Artes, Justicia e Instrucción Pública
-López Puigcerver, Joaquín. Ministro de Gracia y Justicia, Fomento, Gobernación y Hacienda
-Pulido Fernández, Ángel. Director general de Sanidad

El submarino torpedero

  El oficial de la Armada Isaac Peral impulsó la creación del submarino torpedero en 1888 para defender las colonias españolas de ultramar de ataques extranjeros.

*Audiovisuales

El 'boom' de la minería

  Los municipios de Cartagena, La Unión, Águilas y Mazarrón desarrollaron su etapa de esplendor en el mundo de la minería a finales del siglo XIX y principios del XX.

     Los diputados de la provincia de Murcia en las Cortes durante la Regencia fueron: Agustín Aleixandre Ballester, abogado; Ramiro Alonso Padierna, abogado y juez; Luis Angosto Lapisburu, senador y teniente de navío; Ángel Aznar Butigieg, director de la Escuela Superior del Ejército; Justo Aznar Butigieg, senador e ingeniero; José Cánovas del Castillo, oficial de la Armada; Antonio Cánovas Vallejo, sobrino del líder del Partido Conservador; José Cánovas Vallejo, escritor; Jesualdo Cañada Baños, presidente del Casino de Murcia; Emilio Castelar Ripoll, ex-presidente de la I República; Joaquín Chapaprieta Torregrosa, abogado; Joaquín Chico de Guzmán, conde de Campillos; Juan de la Cierva Peñafiel, abogado; Enrique Clavijo Navarro, ex-teniente de alcalde de Murcia e hijo adoptivo de Ceutí; Pedro Díaz Cassou, abogado y escritor; Ezequiel Díez Sanz de Revenga, vocal de la Comisión de Pósitos; José Esteve Mora, presidente de la Comisión de Hacendados; Salvador Fernández Soler, concejal de Madrid; Antonio García Alix, ministro de Gracia y Justicia (1895) y de Instrucción Pública y Bellas Artes (1900-01); Luis García Alonso, gobernador del Banco Español de Puerto Rico; Ángel Guirao Girada, presidente del Casino de Murcia; Miguel Jiménez Baeza, periodista; Juan López Parra, miembro de la Diputación Provincial; Joaquín López Puigcerver, ministro de Hacienda (1886-88, 1897-99), Gracia y Justicia (1890), Gobernación (1893-94) y Fomento (1894-95); Jorge Loring Heredia, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos; Federico Luque Palma, propietario; José Melgarejo Escario, ex-presidente del Casino de Murcia; Antonio Onofre Alcocer, juez; Francisco Pelegrín Rodríguez, ex-alcalde de Lorca; Ángel Pulido Fernández, director general de Sanidad (1901-02); Eduardo Riquelme Figueras, alcalde de Murcia; Raimundo Ruano Blázquez, empresario, y Francisco de Zabalburu Basabe, senador vitalicio.

  Emilio Castelar, ex-presidente de la I República, rindió homenaje a la provincia de Murcia, en agradecimiento por su elección en 1899 como diputado en las Cortes, con las siguientes palabras: "Yo siempre me acordaré de que Murcia me ha recordado en estas circunstancias y siempre le guardaré todo el cariño que por esa Región y ciudad siento, cuando de muchacho vagaba por esos campos, donde los selenos pusieron sus elíseos, los árabes encontraron sus edenes, y si no halla el cristiano su paraíso es porque lo busca en el cielo".

   Además, repitieron de anteriores legislaturas Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno; Manuel Cassola Fernández, ministro de Guerra (1887-88); José Cayuela Ramón, ex-alcalde de Murcia; Eugenio Espinosa de los Monteros, barón de Espinosa; Luis Figuera Silvela, empresario; Manuel Gómez Marín, director general de Lo Contencioso; Diego González-Conde González, marqués de Villamantilla; José Jesús Pedreño Deu, empresario; José Prefumo Dodero, abogado; Luis Sastre Jiménez, ex-secretario del Gobierno Civil, y Mariano de Zabalburu Basabe, propietario.

     El presidente Mateo Sagasta introdujo reformas innovadoras: la supresión de la esclavitud (1886) dentro del plan para el desarrollo de los Derechos Humanos; la Ley de Asociaciones (1887), para el fomento de la libertad de reunión; la Ley del Jurado, para la modernización de la Justicia, y la Ley del Sufragio Universal (1890) en el sistema electoral para la concesión del voto a toda la población masculina. Sin embargo, el líder del Partido Liberal rechazó la reforma militar del ministro de Guerra, Manuel Cassola, para la reorganización interna del Ejército y el restablecimiento del servicio militar obigatorio. La oposición de Sagasta al proyecto provocó la dimisión del ministro Cassola, diputado por Murcia.

     En política exterior, España buscaba la protección de sus colonias de ultramar respecto a los intereses anexionistas de las grandes potencias. El Imperio alemán protagonizó un incidente diplomático con el Gobierno español por la soberanía de las Islas Carolinas (1885). La amenaza imperialista hacia las posesiones hispánicas agudizó el ingenio del teniente de la Armada Isaac Peral. El marino cartagenero convirtió inteligentemente un submarino rudimentario en una perfecta máquina militar. Peral diseñó el primer submarino torpedero de la Historia con la idea de garantizar la seguridad de las colonias. La botadura del submarino sucedió el 8 de septiembre de 1888 en el Arsenal de La Carraca (Cádiz). El buque de guerra medía 22 metros de eslora y 2’87 metros de manga, y constaba de torreta, periscopio, baterías, tres dinamos, dos motores, un medidor de profundidades, un ajustador de puntería y reflectores eléctricos. En 1890, el ministro de Marina, José María Berenguer, desechó incomprensiblemente el proyecto de modernización de la Armada con la fabricación de submarinos torpederos, a pesar del éxito de las pruebas realizadas, y envió el prototipo al desguace. La oposición del ministro Berenguer generó una profunda depresión en Isaac Peral y su baja voluntaria de la Marina en 1891.

     La política errática del Ministerio de Marina contribuyó a la indefensión de las colonias españolas de ultramar. En Cuba, el Partido Revolucionario desencadenó la Guerra de Independencia contra España en 1895. El escritor José Martí y los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo lideraron al ejército independentista en la lucha anticolonial. El presidente Sagasta ofreció una salida negociada al conflicto en 1897 mediante la concesión de mayor autonomía política, la igualdad de derechos con la metrópoli y el sufragio universal masculino, pero los nacionalistas cubanos rechazaron el plan español. El general español Valeriano Weyler recrudeció la lucha con el confinamiento forzoso de los campesinos cubanos en los campos de concentración, causante de la muerte de miles de civiles. Este sistema causó la puesta en marcha de una campaña propagandística contra España en Estados Unidos, interesada en la soberanía de la isla por su riqueza en azúcar y tabaco. La voladura del acorazado Maine, por causas desconocidas, desencadenó la entrada de EEUU en la guerra contra España por su presunta implicación en el incidente. La Marina norteamericana demostró su superioridad con sendas victorias en las batallas de Cavite y Santiago de Cuba. El Tratado de París (1898) suponía el final de la guerra y la pérdida de las últimas colonias de ultramar, con la entrega de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos. El 'Desastre del 98' redujo a España a la condición de potencia de segunda fila a nivel internacional y sumió al país en una profunda depresión política, económica, social y cultural.

     En la provincia de Murcia, las áreas mineras de La Unión, Cartagena, Águilas y Mazarrón experimentaron su periodo de mayor esplendor a finales del siglo XIX y principios del XX, y se convirtieron en polo de atracción para los habitantes del interior y de regiones vecinas. La riqueza minera favoreció el desarrollo económico de estos municipios, basado en las inversiones extranjeras, el crecimiento demográfico, la construcción de nuevos edificios y la expansión urbana. La Unión se erigió en la California española por su esplendor económico, con la fiebre minera y la inmigración a gran escala, "los ricos fumaban en billetes de 100 pesetas", y la riqueza de sus minas en plata, plomo, hierro y cinc. El desarrollo de la ciudad permitió la construcción de edificaciones lujosas, como la de la familia Zapata o la Casa del Piñón (1899); el Liceo de Obreros, el Hospital de la Caridad y la Iglesia del Rosario (1902). Además, La Unión atrajo al obrero Antonio Grau 'El Alpargatero', fundador del Cante de las Minas con la pieza 'La Taranta' (1888). El desarrollo de la minería en Cartagena favoreció la reconstrucción de la ciudad con el ascenso de la burguesía y la edificación de suntuosos palacios de estilo modernista, como el de la familia Aguirre (1901). La escasa distancia entre la sierra minera y el puerto facilitaba el desarrollo de la actividad industrial y las exportaciones de los productos. Águilas destacaba por la riqueza de sus minas en plata, plomo y hierro. Este hecho, unido a sus excelentes comunicaciones por ferrocarril con el interior y por mar con el exterior, convirtió a la ciudad en el principal puerto de exportación de minerales del Mediterráneo. Mazarrón cobró protagonismo en la actividad industrial por su riqueza mineral en plomo y plata y con el desarrollo de las fundiciones.

     La región murciana experimentó una gran innovación tecnológica a causa de la llegada de la electricidad y la telefonía a la mayoría de sus municipios. Otros acontecimientos destacados fueron el fallecimiento del ex-presidente de la I República Emilio Castelar en la Casa del Reloj de San Pedro del Pinatar (1899); la fundación de La Ribera (1888) en San Javier; la reconstrucción del pantano de Puentes en Lorca (1885); la reforestación de Sierra Espuña, auspiciada por el ingeniero Ricardo Codorniú; la fundación de las Cámaras de Comercio de Cartagena (1886), Lorca (1886) y Murcia (1899) siendo sus primeros presidentes, respectivos, Francisco Lizarra, Juan José Lillo y Gerónimo Ruiz; las inauguraciones del Puente Nuevo y de la fachada del Casino de Murcia (1902); de las plazas de toros de Lorca y Abarán, de la ermita de la Asunción y del balneario de La Encarnación (1902) en Los Alcázares; la concesión del título de hijo adoptivo de Las Torres de Cotillas a José María D’Estoup, y el desarrollo vitivinícola de Jumilla y Yecla.

  Antonio Gómez-Guillamón Buendía