La Guerra de Sucesión

  Inglaterra, Holanda y el Sacro Imperio rechazaron el testamento de Carlos II en favor de Felipe de Borbón para evitar la unificación de las Coronas de España y Francia.

   Luis Antonio de Belluga

  El obispo de la diócesis de Cartagena dirigió la defensa del reino de Murcia frente a los ataques de la coalición aliada en favor del archiduque Carlos de Habsburgo.

      La séptima corona

  Felipe V concedió la séptima corona de su escudo al reino de Murcia en homenaje por los servicios prestados durante la Guerra de Sucesión.


     La muerte sin descendencia del rey Carlos II provocó el agotamiento de la dinastía de los Austrias en España y el estallido de la crisis sucesoria en la Corona. El monarca era estéril y sufría problemas de salud crónicos debido en gran medida a la política de consanguineidad de la familia de los Austrias. Carlos II protagonizó dos matrimonios, el primero con María Luisa de Orleans, y el segundo con Mariana de Neoburgo. Las potencias europeas negociaron la sucesión de Carlos II al trono español, antes de su fallecimiento, para evitar la unificación de las Coronas de Francia y España. En el Primer Tratado de Partición (1698), Inglaterra y Francia acordaron en La Haya el nombramiento de José Fernando de Baviera como futuro rey de España, y el reparto del Imperio hispánico entre Francia y el Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Segundo Tratado de Partición (1699), Inglaterra, Francia, el Sacro Imperio y las Provincias Unidas aprobaron en Londres la elección del archiduque Carlos de Habsburgo como futuro rey de España, tras la muerte de José Fernando de Baviera, y la entrega de su Imperio italiano a Francia.

     Carlos II cambió el rumbo de la Historia con el nombramiento del duque de Anjou, Felipe de Borbón, como heredero al trono mediante testamento promulgado el 3 de octubre de 1700. "Reconociendo que subsiste el derecho de la sucesión en el pariente más inmediato, conforme a las leyes de estos reinos, y que se verifica en el hijo segundo del delfín de Francia. Por tanto, declaro ser mi sucesor al duque de Anjou, Felipe de Borbón, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis reinos y dominios. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos que le reconozcan por su rey y señor natural y se le de sin la menor dilación la posesión actual, precediendo el juramento que debe de hacer observar las leyes, fueros y costumbres de mis reinos y señoríos".

     Los dos pretendientes al trono español mantenían lazos familiares con el monarca Carlos II, fallecido el 1 de noviembre de 1700. Felipe de Borbón era nieto de los reyes de Francia, Luis XIV y María Teresa de Austria (infanta de España), y el archiduque Carlos de Habsburgo era sobrino de la reina de España Mariana de Neoburgo e hijo del emperador del Sacro Imperio Leopoldo I. En el resto de Europa, Francia aceptó el testamento para el establecimiento de una alianza franco-española en política internacional. "Nuestro pensamiento se aplicará a restablecer la monarquía de España en el más alto grado de gloria alcanzado jamás. Aceptamos en favor de mi nieto, el duque de Anjou, el testamento del difunto Rey católico", afirmó Luis XIV, 'el Rey Sol'.

     Inglaterra, el Sacro Imperio y las Provincias Unidas sellaron la Gran Alianza (1701) para apoyar la candidatura del pretendiente Carlos de Habsburgo. Los aliados declararon la guerra a España y Francia (1702), debido a la negativa de Luis XIV a renunciar a una futura unión de las dos Coronas. En España, la Corona de Castilla acató la voluntad de Carlos II y juró a Felipe V como su rey y la de Aragón rechazó el testamento, debido a las ideas centralizadoras del nuevo monarca, y optó por el candidato Habsburgo a cambio del respeto a los fueros de los reinos de la Corona. El reino de Murcia respaldó la candidatura de Felipe de Borbón como territorio castellano. La crisis desembocó en la Guerra de Sucesión (1700-13), un conflicto civil en España por el enfrentamiento entre las Coronas de Castilla y Aragón e internacional por la implicación de las principales potencias del mundo. Portugal, Brandenburgo y Saboya, en 1703, se unieron a la Gran Alianza en favor del archiduque Carlos de Habsburgo. La rebelión de los territorios de la Corona aragonesa permitió la proclamación del archiduque como rey de Cataluña, Valencia (1705), Aragón y Mallorca (1706). En el frente español, la iniciativa militar correspondió a la Gran Alianza. Los aliados dominaron la guerra naval en virtud de la superioridad de la flota anglo-holandesa sobre la franco-española y lograron la conquista de Gibraltar (1704).

     El obispo de la diócesis de Cartagena, Luis Antonio de Belluga, dirigió la defensa del reino de Murcia en calidad de virrey y capitán general del ejército borbónico en el Levante peninsular. Las tropas austracistas lograron el cerco de la capital con la anexión de Albacete, Chinchilla, Almansa, Orihuela y la conquista de Cartagena (24 de junio de 1706) por la flota anglo-holandesa. Los invasores reforzaron el sistema defensivo del puerto cartagenero con el amurallamiento de la Puerta de San José, la construcción de la torre de San Julián y la instalación de baterías en Los Picachos y el Cabezo de los Moros.

     Belluga rechazó el ultimátum de los austracistas para la rendición de la ciudad de Murcia y organizó la creación de las Juntas de Defensa. El ejército anglo-holandés inició el cerco de la capital mediante la ocupación de Espinardo. El obispo ordenó la rotura de los diques de la Contraparada para evitar la caída de Murcia, mediante la inundación de la Huerta. Las milicias de la ciudad establecieron su línea defensiva en la Puerta de Castilla, escenario de la batalla del Huerto de las Bombas (4 de septiembre de 1706). Las tropas murcianas lograron una heroica victoria en inferioridad numérica, atrapando a los atacantes en una huerta empantanada, y rompieron el cerco de la ciudad. Los ingleses y holandeses se refugiaron en la vecina Orihuela. Los soldados borbónicos recuperaron el control del Campo de Cartagena, con su triunfo en la batalla del Albujón, y de la costa murciana con la reconquista de Cartagena (19 de noviembre de 1706) por el duque de Berwick. El reino de Murcia consiguió su liberación definitiva de la dominación austracista con la victoria franco-española en la batalla de Almansa (25 de abril de 1707), y contribuyó al éxito militar con una brigada.

     El triunfo de Almansa permitió, además, a las tropas borbónicas la conquista de los reinos de Valencia, primero, y Aragón, después, en 1707. Los austracistas recuperaron temporalmente el control sobre el principado de Cataluña y el reino de Aragón con sus victorias en las batallas de Almenar y Zaragoza (1710). La respuesta militar del ejército borbónico del duque de Vendome aseguró su victoria final en la Guerra de Sucesión con los triunfos en las batallas de Brihuega y Villaviciosa (1710). Además, el ascenso del archiduque Carlos de Habsburgo al trono del Sacro Imperio en 1711 provocó el abandono militar de la causa austracista en España. El principado de Cataluña persistió en la resistencia antiborbónica, a pesar de la renuncia de Carlos VI de Habsburgo a la Corona española. El ejército borbón selló su victoria en el frente español de la Guerra de Sucesión con la toma de Barcelona (11 de septiembre de 1714), tras un asedio de dos meses a la Ciudad Condal. Sin embargo, el desarrollo del conflicto tuvo un desenlace distinto en el frente de guerra europeo. La Gran Alianza derrotó a las tropas francesas del 'Rey Sol'. En la Paz de Utrecht (1713), las potencias europeas reconocieron a Felipe V como monarca de España a cambio de su renuncia a la Corona francesa; España concedió a Inglaterra la soberanía sobre el Peñón de Gibraltar y la isla de Menorca, el derecho de asiento y el navío de permiso en América y entregó los Países Bajos Españoles, el Milanesado y el reino de las Dos Sicilias al Sacro Imperio, y Cerdeña al ducado de Saboya.

     El monarca Felipe V demostró su agradecimiento al reino de Murcia, por los servicios prestados durante la Guerra de Sucesión, con la concesión de la séptima corona de su escudo sobre un león y una flor de lis, unidos bajo el lema 'Priscas novissime exaltar et amor' (La más grande expresión de amor), y de los títulos de 'Muy Noble y Muy Leal' a la ciudad de Cieza y el de 'Noble' a la de Totana. Además, el monarca premió el esfuerzo bélico de Murcia, Cartagena y Lorca, mediante la revocación de la independencia de Fuente Álamo para la distribución de su territorio entre los tres municipios, y de la familia Molina de Junterón con la creación del marquesado de Beniel (1709).

  Antonio Gómez-Guillamón Buendía