En la mañana del día 26 de septiembre el panorama en Santomera era desolador. No se sabía con certeza el número de víctimas porque el Huerto de San Antonio estaba convertido en un enorme lodazal y se temía que en su interior hubiera varios cadáveres.

Las primeras personas en organizar los auxilios fueron el alcalde de Santomera, Joaquín Borreguero Morell y los hermanos Santiago y Antonio Murcia. Durante la mañana  se desplazaron al lugar dos brigadas de bomberos y varios miembros de la Cruz Roja, que improvisaron sus cuarteles en la casa de José Antonio Galiano, el médico de la localidad. Poco después centenares de personas se agolparon en el domicilio del galeno para recoger pan y carne que se repartía gratis. Debido a las dificultades para acoger a tantos vecinos en la casa del médico, el edificio grande de la viuda de Andrés Murcia se convirtió en un asilo al que acudían los pobres y las personas sin hogar para recibir alimentos y ropa.

Alfonso XIII conoce la noticia

Esa misma mañana llegaron hasta el lugar el alcalde de Murcia, Antonio López Gómez y el diputado Miguel Giménez Baeza. A su regreso a la ciudad telegrafiaron al Presidente del Consejo de Ministros para informarle de la catástrofe y pedir ayuda ecónomica. Asimismo, dieron cuenta de la noticia al Mayordomo Mayor de Palacio, rogándole que diera aviso al Rey Alfonso XIII.

Existía mucha confusión en cuanto a los daños que había causado el temporal. Se conocía que habían fallecido más de 20 personas, que más de 200 casas habían sido derribadas y que la fuerza de las aguas había devastado plantaciones, arrastrando animales, carros y aperos de labranza. La fuerza de la corriente hizo que algunos utensilios acabaran en las copas de los árboles frutales.

Las personas más afectadas

La mayor tragedia afectó a la casa llamada de ''Los Boludas'', en la que sus seis moradores fallecieron. Otras familias que se vieron muy afectadas fueron las de Juan García Alcaraz, quien perdió a su mujer y a cuatro de sus cinco hijos, y Francisco Sánchez, quien perdió a tres hijos. Los cadáveres que se recuperaron fueron depositados en un salón contiguo a la iglesia del pueblo.

A las tres de la tarde salieron para Santomera fuerzas de caballería e infantería de la Guardia Civil, que se unieron a los bomberos y a la Cruz Roja. Entre todos trabajaron para devolver la normalidad a la población cuanto antes. Una de las mayores prioridades era la de usar bombas para extraer las aguas, pero éstas tenían una importante cantidad de tarquín lo que dificultó esta labor, que se alargó durante varios días.