En el año 1906 Santomera era una pedanía de Murcia. La localidad contaba con unos 1500 habitantes, que en su gran mayoría vivía de las labores agrícolas. En los años anteriores algunos propietarios habían realizado obras junto a las ramblas para ganar terreno y aumentar la superficie de cultivo de sus productos, especialmente pimientos.

Los primeros días del mes de septiembre habían sido muy lluviosos, e incluso se desató un fuerte temporal que causó un gran temor entre la población, pero nada hacía prever la tragedia que iba a ocurrir unas semanas más tarde.

La Rambla Salada se desborda

A última hora del martes, 25 de septiembre, comenzó a descargar una fuerte tormenta en Calasparra que con el paso de las horas se extendió hacia el este de la región. A las doce de la noche el aguacero alcanzó su máxima intensidad. Poco después la Rambla Salada se desbordó a la altura de El Esparragal, afectando a esta localidad, a Monteagudo, y sobre todo a Santomera.

Hacia las una de la madrugada el sereno de Santomera, Julián Candel Campillo, dio la voz de alarma al vecindario, avisando al propio tiempo al alcalde del peligro que corría el pueblo. No hubo tiempo de tomar precauciones, pues la inundación fue tan rápida que a los quince minutos las aguas cubrían los barrios de La Mota, Las Máscaras y Los Pavos que se encontraban en la parte más baja de la localidad. Las casas se hundían ante la fuerza de las aguas que en algunas zonas alcanzó los cuatro metros de altura.

Dos incendios

Las personas atrapadas en las viviendas trataban de huir saltando por los patios, amarrados con cuerdas. La mayoría de los vecinos que pudieron escapar lo hicieron desnudos o semidesnudos, siendo recogidos en la otra parte del pueblo. Durante el temporal se produjeron dos incendios, uno en la casa conocida como la de Pepe ''El Mosquito'' dónde fallecieron tres personas, mientras que en el otro, que tuvo lugar en la Casa de Las Anas, no hubo que lamentar víctimas.

A partir de las dos de la mañana disminuyó la intensidad de la tormenta. Sin embargo, el peligro aún no había pasado porque los vecinos que estaban guarecidos en las casas más dañadas se encontraban en una situación muy delicada, pues la estructura de las viviendas era muy débil y existía un gran riesgo de que los edificios se derrumbaran. Las personas que no se vieron afectadas directamente lucharon por sacar de sus casas a las personas que corrían peligro, logrando con su trabajo salvar numerosas vidas.