Durante el periodo analizado, por lo general se mantuvieron los servicios de la capital, aunque con algunas incomodidades en lo referente a las comunicaciones. Por ejemplo destacar que se siguieron pagando los salarios dependientes de las autoridades municipales, como es el caso encontrado de los serenos, verederos y profesores de educación primaria.

La Junta Central Revolucionaria se preocupaba por el estado de la ciudad, como lo muestra su preocupación por el abandono sanitario que sufre Murcia por las malas costumbres de sus vecinos. Por ello les solicita respeto hacía la higiene urbana y establece una serie de prohibiciones para asegurar la situación sanitaria. O también reglamentaciones para que al regar las macetas en los balcones, se introduzcan en el interior de las casas para evitar molestias a los viandantes. Incluso justo antes de retirarse, el 12 de agosto, convocó un bando de buen gobierno, donde se añadieron disposiciones sobre el revoque de las fachadas en mal estado, la introducción de canales y la prohibición de pedir limosna de las ánimas con campana y farol.

También destaca su preocupación por el mantenimiento del orden público o la seguridad de la ciudad. Además evitó grandes problemas de abastecimiento a pesar de la mala situación en las comunicaciones, organizó mercados, ferias y fiestas musicales. Indudablemente su labor estuvo marcada fuertemente por la recaudación de impuestos ante los requerimientos de Cartagena, así como por la preocupación de evitar enfrentamientos militares en Murcia. Pero esto no implicó que en el escaso mes que estuvo en el gobierno de la ciudad no se preocupara por la administración.

Pero el tema de las comunicaciones parece que fue el más problemático. El diario La Paz de Murcia se quejará amargamente durante todo el periodo cantonal de la mala situación de las comunicaciones, a pesar de que publica que la Junta no las cortó en su intento de controlar la llegada de trenes especiales, o que se recompusieron vías férreas dañadas por las que funcionaba el tren con normalidad. Estas deficiencias en las comunicaciones provocaron un resentimiento de la actividad comercial de la ciudad, debido a la falta de transacciones creada por la inseguridad de las vías de comunicación y transporte.

La mejor forma de comprobar esto que tiene el diario es el descenso del número de anunciantes que pagaban por publicitar en este medio su producto, llegando incluso a pedir a los suscriptores que no se retrasen en el pago para mantener su publicación y teniendo que rebajar el precio del tabaco en su establecimiento de venta con el fin de poder mantener su situación. El diario denunció el desorden de las comunicaciones y la no llegada del tren desde Madrid en diversas ocasiones, así como el fallo del correo, ya que tienen noticia de que el periódico no llegaba a los suscriptores de los pueblos, y de que no se recibía casi prensa desde el exterior de la provincia. Esto provocó la entrada en crisis del diario ante la ausencia de anuncios publicitarios, lo cual también tuvo que afectar al resto de la prensa, como lo indica los fallos en la publicación diaria de otros periódicos como El boletín Oficial, El Noticiero, El Obrero o El Cantón Murciano.

Como ya he dicho, el diario La Paz de Murcia era claramente pro-gubernamental, por lo que podría exagerar estas noticias con el fin de desacreditar la labor de la Junta. Pero noticias aparecidas en periódicos afines al movimiento cantonal, como es su propio órgano oficial, confirman tales problemas en las comunicaciones. Aunque con un tratamiento diferente, se confirma que tales cortes y problemas se produjeron, persistiendo bien avanzada la adhesión de Murcia a la insurrección.

Parece claro que los cortes de las comunicaciones se produjeron de forma continuada, provocados tanto por la Junta para evitar la entrada de tropas a la ciudad, así como por sabotajes por parte de partidas carlistas o por el propio ejército de la República. Este hecho está constatado tanto en La Paz de Murcia como en El Cantón Murciano, incluso los cortes provocados por las fuerzas centralistas, como queda demostrado en noticias publicadas en el primer diario citado, donde se informa que el ex-Gobernador de la provincia, Agustín Satorres, destruyó las líneas férreas y telegráficas en tres kilómetros de extensión.

En definitiva, la adhesión de Murcia al movimiento cantonal supuso para la población en general una serie de molestias dentro de su vida cotidiana y diaria, con una serie de servicios que se vieron perjudicados por la acción cantonal (correo, telégrafo, ferrocarriles, desabastecimiento de sellos, papel, tabaco, etc.). Pero los servicios más básicos como abastecimiento alimentario, orden público, etc., parece ser que se mantuvieron con más o menos eficacia.