El obispo Luis Belluga orando ante la Virgen
El obispo Luis Belluga orando ante la Virgen
Portada de la casa del Huerto de las Bombas
Portada de la casa del Huerto de las Bombas

Luis Belluga y Moncada. Motril (Granada), 1662 - Roma, 1743.

Primero pasos

     Nació en Motril, en la provincia de Granada, el 30 de noviembre de 1662. A los pocos años él y sus hermanos quedaron huérfanos, y un sacerdote amigo de la familia se encargó de ellos. Fueron educados por los Religiosos Mínimos de San Francisco de Paula, cuya doctrina marcó la personalidad de Belluga. A los catorce años, dada su decidida vocación, fue ordenado sacerdote de primera tonsura y, en 1678, pasó a estudiar bachillerato en el Colegio de Santiago de Granada. A continuación fue a estudiar al Colegio Mayor de Santa María de Jesús.

     Durante su juventud, mientras se doctoraba en Teología, adquirió una significativa fama de hombre justo y piadoso, inteligente y disciplinado. En 1686 se doctoró y al año siguiente, en 1687, las autoridades eclesiásticas apreciaban en él unas dotes de eficaz administrador al nombrarlo canónigo lector de la Catedral de Zamora. Al poco tiempo fue trasladado a Córdoba con el mismo cargo. Allí conoció la Congregación de Sacerdotes y Oratorio de San Felipe Neri, cuya regla habría de seguir el resto de su vida.

Obispo de la diócesis Cartagena-Murcia

     1704. Una fecha muy importante para la historia de España. En las postrimerías de 1700 había muerto Carlos II, el último representante de la dinastía Habsburgo, sin sucesión alguna. Por influencia de su mujer, había establecido en su testamento que Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia, recibiera la Corona de los reinos de España. En oposición a este proyecto había conspirado 'antes de su muerte' Mariana de Austria, reina gobernadora de España y madre de Carlos, en favor del archiduque Carlos de Austria de tal modo que a la muerte de aquél se inició una guerra civil en España por la sucesión al Trono.

     Luis Belluga y Moncada fue testigo de esta época tanto por vivir en el reinado de Carlos II como por asistir a los preparativos en la pugna del rey Felipe V y el pretendiente austriaco.

     Debido a su relación con la jerarquía eclesiástica y a las relaciones de ésta con el partido borbónico, Belluga fue consagrado obispo de la diócesis de Cartagena-Murcia el 19 de abril de 1704 en sustitución de Francisco de Angulo, muerto el año anterior, aunque no hizo su entrada en Murcia hasta el 8 de mayo de 1705. En la ciudad en particular, y en la diócesis en general, desarrolló una labor diligente, tanto en lo espirtual como en lo terrenal, que dejó profunda huella. Organizó una junta de defensa partidaria de los Borbones e, inmediatamente, en 1706, se convirtió en Virrey y Capitán General de Valencia y Murcia.

     Desde este puesto organizó la defensa de Murcia que se hallaba prácticamente cercada por las tropas de la alianza angloholandesa y austriaca, y logró detener su avance en la célebre Batalla del Huerto de las Bombas, contribuyendo decisivamente a la victoria del rey.

     Una vez terminada la guerra y decidido a obtener los frutos de su apoyo al nuevo rey, el obispo Belluga acometió una serie de acciones. El objetivo era dotar al obispado de un poderoso estímulo económico, a través de rentas y propiedades. Fue la época de las Obras Pías pero también de una férrea reorganización del clero.

     Entre otras obras, construyó un colegio de huérfanos, que todavía cumple su función en la calle Santa Teresa de Murcia. Pidió y obtuvo tierras baldías para entregarlas en censo a comunidades de campesinos para su cultivo; estas tierras se hallaban en zonas insalubres de la desembocadura del río Segura y contribuyeron al despegue económico del Reino a lo largo del siglo XVIII.

     Durante el reinado de Felipe V mantuvo una significativa influencia en la Corte y jugó un papel muy importante en la determinación de numerosas decisiones políticas.

     Firme partidario de un fuerte orden moral católico, se convirtió en un defensor de la enseñanza a través de la Iglesia, de manera que los principios religiosos y sociales no fueran alterados, si bien esta actitud comenzó a contrastar con el creciente interés de la monarquía borbónica por el reformismo y la naciente Ilustración. En estas lides, enemigo acérrimo del reformista protoilustrado, el murciano Melchor de Macanaz, logró su exilio a Francia.

    Belluga resultó un detractor intexorable de las comedias y los bailes -minués y agarrados-, pronunciándose abiertamente por su prohibición. Otros temas con los que el obispo fue enormemente combativo estaban relacionados con el lujo, la conciencia y la moralidad.

Cardenal en Roma

     En 1719 fue nombrado Cardenal de la Santa Iglesia Romana por el papa Clemente XI. Sin embargo, no renunció al episcopado hasta 1724. Durante este tiempo compaginó su púrpura cardenalicia con las responsabilidades episcopales. Entonces habría de doblar su actividad viajera. Se desplazaba continuadamente de Murcia a Roma pasando por la Corte. Allí, el rey Felipe V le nombró "Protector de España ante la Santa Sede". En la Ciudad Eterna se hizo cargo de diversos cargos administrativos, entre ellos el de Cardenal de Santa María Transpontina. Debido a sus resposabilidades y por presiones, en 1724 debió renunciar a la sede cartaginense. Rápidamente integrado en la Corte Vaticana participó en varios cónclaves electorales quedando, en 1740, en el cónclave que elegía al sucesor de Clemente XII y pese a no ser italiano, a sólo seis votos de ser nombrado Sumo Pontífice. El vencedor, Própero Lambertini, Benedicto XIV, le encargó numerosas tareas, entre las que destacaron sus intentos de acercamiento ecuménico con los cristianos de Oriente.

     Murió el 22 de febrero de 1743, siendo enterrado en la iglesia de Santa María in Vallicella de Roma. Aún estando en la Ciudad Eterna nunca olvidó sus años como obispo de Cartagena-Murcia y, especialmente, su estancia en la ciudad del Segura.