Posada
Posada

    En abril de 1884 comenzaba a funcionar la tartana directa del Esparragal a Murcia. Salía de esta pedanía "al salir el sol", desde la casa de Pedro Guirao (a) Monfur. La vuelta tenía lugar a las tres de la tarde, desde  la posada San Antonio. El precio del asiento eran 40 céntimos.

    En julio de 1884 también iniciaba su servicio la tartana de Ceutí a Murcia, pasando por Lorquí, Molina y Espinardo, parando en la posada de Santa Catalina de Murcia. Dos meses después parará en la posada de La Rosa, en la Plaza Nueva. El precio era de 6 reales desde Ceutí y 5 desde Lorquí. Estos precios los bajará un céntimo su propietario, José Alfonso Navarro.

    También será parada  la posada de La Rosa. Desde aquí saldrá la tartana diaria que desde 1885 partirá para Villanueva. El empresario Antonio Luna salía  de Murcia a las dos de la tarde, retornando desde Villanueva a las 4:30 de la mañana.

    Mejor servicio, logísticamente, se ofrecía, en 1886, desde La Alberca con cinco tartanas diarias de ida y vuelta. En Murcia tenia su parada en la posada del Telégrafo. Cada asiento costaba céntimos, con derecho a equipaje. Hacía, además, extensiones a La Fuensanta, La Luz y Santa Catalina.

    En 1887 se comentaba que el servicio de Alguazas a Murcia ya lo venia haciendo varios años el tartanero Antonio Gomariz. En Murcia paraba en Santa Catalina, teniendo su salida a las dos de la tarde, con un precio por asiento de cuatro reales.

    En 1894 nacía la línea, casi exclusiva, al Verdolay y el Valle, partiendo de la horchatería de Marco Amorós, en la plaza del Palacio. También este mejoraba el servicio hacia Ceutí, Lorquí, Ulea, Villanueva y Archena, concentrando el servicio en la posada de Santa Catalina, establecimiento dirigido por José Antonio Latorre (a) Nene.

    Del lugar también salía una tartana semanal para Jumilla, Cehegín, San Javier y San Pedro del Pinatar.

    Un servicio diferente al de Archena partía en 1896 para los Baños de Archena. La tartana partía de la posada de La Rosa a las ocho de la mañana, durante la temporada de baños. En 1895 existía un servicio diario de tartana de El Palmar a Murcia. En la capital partía de la calle Jabonerías, trasladándose pronto a la plaza de la Paja, en el barrio de San Benito.

    De Lorca partía una galera diaria hacia Murcia, desde 1884, estaba comunicada, además, mediante diligencia con Águilas y Cartagena. Poco después, en 1890, constatamos el servicio existente entre Mazarrón y Totana, gracias a una denuncia que le impuso la guardia civil por llevar ocho pasajeros de más.

    El servicio hacia Archena mencionado, que partía de la posada de Santa Catalina, ofrecería, en 1896, servicio gratuito, desde Archena hacia Villanueva, Ulea, Ojós y Ricote. En la temporada de verano existía un importante servicio de tartanas de Torre Pacheco a Los Alcázares. Estas esperaban a los veraneantes en la estación de ferrocarril. El precio de ida y vuelta era, en 1896, de 1,50 pesetas. El empresario era Francisco Castejón. Desde 1897, si no antes, ya existía tartana diaria de Abarán a Murcia, saliendo de la capital a las seis de la tarde.

    También este año mejoraba el servicio hacia Jumilla y Yecla, estableciéndose un servicio diario que partía desde la fonda de Patrón. Se sumaba a esta mejora el servicio desde la estación de Blanca hacia Jumilla, Yecla y Caudete.              

Cartagena

    Algunas pedanías de Cartagena disponían de tartana los miércoles y jueves. Se trata de la Ermita Nueva y Los Dolores, con un servicio dado por Alfonso Saura. Salía a las 6:30 de la mañana y retornaba a las dos de la tarde. Hacia Cartagena había un servicio, en 1900, todos los miércoles de Los Alcázares, pasando por Pacheco y La Palma, hasta la posada de La Rosa y el precio era de seis reales ida y vuelta.

La comunicación con Lorca ya existía de forma cotidiana en 1884, si no antes.

Cartagena-Orihuela

    A fines del siglo XVIII esta ruta la realizaba Muhammad B. Utman Al-Miknasi, que nos cuenta en sus crónicas que tardó nueve horas en realizarlo.

La ciudad de Murcia

    En 1753 existían en la capital y pedanías 309 galeras registradas. En la ciudad se concentraban en las calles del Carmen, Zapateros, Tinajeros y Santa Quiteria. En el resto del término municipal vemos abundancia de ellas en Pozo Cañada, Torre Gil y Miralcampo.

    Un siglo después, en 1857 los medios de transporte se concentran en Aljucer, La Alberca, Churra, El Palmar, Lobosillo y Los Martínez, por lo que respecta a pedanías. Estos cobraban a real por legua cada viajero. En la capital sólo existen 63 vehículos de transporte (carros, galeras, tartanas, diligencias o mensajerías aceleradas) que cobraban entre un real y treinta y seis céntimos y un real y sesenta y cinco céntimos por legua a cada viajero.

    Para unificar precios, evitar problemas en las paradas, evitar carreras y pillerías, en 1888 salía a la luz una normativa de obligado cumplimiento. Se obliga a los conductores a circular por su derecha. Las paradas de espera de clientes serían las plazas de Palacio, Marques de Ordoño, Arenal y estación de ferrocarril; se prohibían las carreras de los carruajes y durante la noche debían llevar un farol, ubicado en la zona anterior. Las tarifas de precios establecidas eran las siguientes

    El precio medio de la carrera era de 50 céntimos. Si el viajero llegaba a la estación y deseaba ir a los toros, la carrera subía a una peseta. Una familia podía tomar el carruaje en exclusiva, pagando cinco pesetas por la carrera. Si el trayecto era largo se cobraba a cuatro pesetas la primera hora, descendiendo a la mitad las siguientes horas. La tarifa nocturna tenía cierta libertad.