Durante toda la Edad Media, Occidente fue un mosaico de reinos cristianos y musulmanes que rivalizaban por lograr una mayor influencia política. En la Península Ibérica, el territorio que permanecía bajo dominio musulmán fue conocido como al-Andalus. Sus fronteras se fueron replegando hacia el sur, pero sus habitantes, los andalusíes, siempre estuvieron abiertos a las influencias culturales llegadas desde el norte de África y el extremo oriental del Mediterráneo, y a su vez, aportaron considerables avances científicos a los reinos cristianos del continente europeo.

Desde el año 711 hasta 1492 fecha en la que los Reyes Católicos acabaron con el reino nazarí de Granada, al-Andalus fue el lugar de encuentro entre dos civilizaciones, donde los sabios intercambiaban conocimientos heredados de la antigüedad clásica y aportaban nuevas experiencias. La exposición Las artes y las ciencias en el occidente musulmán reflexiona sobre la labor creativa de los sabios andalusíes y sobre algunos monarcas cristianos, que los protegieron en sus cortes y preservaron su legado.

Aportaciones de extraordinaria importancia

El Mar Mediterráneo siempre ha sido un fecundo escenario de intercambio cultural entre Oriente y Occidente. Durante la Edad Media, las ciencias en el mundo musulmán habían avanzado considerablemente. La originalidad y capacidad crítica de los tratados sobre astronomía, matemáticas, medicina o química sentaron las bases que propiciaron el posterior desarrollo científico acontecido en Occidente.

La difusión de la cultura andalusí se debió fundamentalmente a las traducciones árabe-latinas realizadas por científicos europeos y por judíos sefardíes que emigraron desde al-Andalus a los reinos cristianos del norte de España y del sur de Francia.

El mundo, tal como lo conocemos hoy sería difícil de imaginar sin las innovaciones en el instrumental astronómico o sin aportaciones como la numeración arábiga que agilizaron las transacciones comerciales y el cálculo.

Reproducción de la Murcia del Siglo XIV

En la imagen aparece una reproducción del sello de la ciudad de Murcia, datado en 1374. Es un documento muy interesante para la sigilografía (estudio de los sellos). Es una imagen simbólica de la de la capital del Reino anterior a las transformaciones sufridas a partir del siglo XV. En primer término aparece el río Segura y una noria, ingenio hidráulico que elevaba el agua con la que se abastecía la ciudad. Detrás se extienden potentes murallas y torres almenadas, de las cuales, las más altas se corresponden con el alcázar mayor, residencia de los emires y gobernadores. En último término se eleva una torre con casquete semicircular que parece el alminar de la mezquita mayor.