Beniaján fue siempre una población de ánimo independiente que consiguió disfrutar por ello de ayuntamiento propio entre 1820 y 1856 gracias a la revolución liberal.  Esta independencia le dio poder y libertad para elegir alcalde, una vez reunido el pueblo, el mes de diciembre de cada año.  De su delimitación y separación de Murcia parece que se ocupó un tal Francisco Ramón Moncada, consiguiendo una superficie de 930 Ha y una población que en 1836 era de 2.400 habitantes y diez años después se elevó hasta los 2.500.

Esa autonomía con respecto a la capital supuso también un logro por cuanto confirió a sus habitantes gran confianza  y seguridad en si mismos. Seguridad casi capitalina que les impulsó a expresar opiniones y preferencias con asombrosa contundencia.  De hecho, ya en julio de 1854 algunos vecinos participaron en una pequeña insurrección a favor de los liberales, entrando en Murcia.  A partir de 1856, perdieron consistorio y libertades civiles, pero no se resignaron con facilidad y anduvieron conspirando a la espera de tiempos y vientos más favorables.  Estos parecieron llegar con el derrocamiento de Isabel II en septiembre de 1868 momento que aprovecharon, llevados de una nueva exaltación libertaria, para protagonizar en 1869 un conato de movimiento republicano que al poco acabó serenándose.

Para septiembre de 1872, de nuevo soliviantados, asaltaron un tren consiguiendo diez cajas de cartuchos para los fusiles que poco antes habían robado en Espinardo y en noviembre ocuparon la estación de Beniaján y bloquearon la vía férrea impidiendo el paso de los trenes hasta que el día 26 tuvieron que salir huyendo ante la presencia de las tropas. Acudieron, como no, el 12 de febrero de 1873 a Murcia, para celebrar la llegada de la República con adornos, banderolas, repiques de campanas y bandas de música.  Cuatro días después acompañaban entusiasmados a su vecino Antonete Gálvez que era recibido en la ciudad como un héroe.    

Pocos fueron capaces de intuir que en el breve plazo de unos pocos meses cambiarían de nuevo las tornas de ese torbellino que era la vida política española.  Los protagonistas del movimiento revolucionario murciano denominado cantonalismo, abandonaron la capital en la mañana del 12 de agosto de 1873 ante la inminente llegada del general Martínez Campos y se replegaron a Cartagena por la inexistencia de murallas que fueron destruidas a partir de octubre de 1868 a propuesta de Joaquín Báguena.

La Junta revolucionaria, como así se llamaba, había sido creada el 13 de julio de aquél mismo año de 1873 y su primer manifiesto propugnando el federalismo republicano, vio la luz sólo dos días después.  Al mes de creada tuvo que abandonar la capital pero no sin antes pasar instrucciones para que se respetara la vía férrea y otros medios de comunicación. Sin embargo, los revolucionarios de Beniaján no se dieron por enterados y continuaron actuando por su cuenta. Destrozaron puentes de la vía férrea de Murcia y cortaron los hilos telegráficos que atravesaban la localidad a fin de dificultar el avance de las tropas centralistas.  Aquella partida de fogosos radicales estaba formada por Blas Sánchez Serrano, Esteban Quintana, Domingo Lajarín, Francisco San Bautista, Francisco Montoya, Diego Gil Tomás, Francisco Tomás, Francisco Barceló, Manuel García y sus hijos, Juan Antonio Fernández Tomás, Antonio Chacón Corbalán y José Chacón.  Sus hazañas alcanzaron tal calibre que en febrero de 1874 todavía estaban siendo buscados por el juez del distrito de San Juan, Manuel Navarro Catalá, que les concedía en aquel momento veintidós días para que se entregaran voluntariamente y se celebrara el juicio por estos delitos de sabotaje.