Los pozos de la nieve existen en tres puntos de la Región: Jumilla, Yecla y Sierra Espuña. Comienzan su existencia a finales del siglo XVI y su producción se destina a fines médicos y de lujo (sorbetes y bebidas frías para clases privilegiadas).  El trabajo que genera la producción de hielo en los pozos se mantendrá hasta bien avanzado el siglo XIX, momento en el que se instala en Murcia la primera fábrica de hielo.  A su alrededor se creará un complejo mundo de jornaleros y arrieros que recogerán, prepararán pacientemente la nieve y después la llevarán desde los pozos a la ciudad para su distribución.  Por cierto, existen indicios razonables que apuntan a los gitanos de Totana como la mano de obra por excelencia encargada de este tipo de trabajo, sin embargo, este aspecto está todavía en trámite de estudio.

  Teniendo en cuenta la importancia que adquirieron los pozos de la nieve, no es de extrañar que en marzo de 1919 El Liberal les dedicara un artículo destacando el mal estado y abandono en el que se hallaban, su ubicación en la umbría de los Morrones, rodeados en el Norte por los cerros Monconcicos. Se denunciaba también el estado de ruina de las siete casas del lugar y de una ermita en idéntica situación; ermita que en su día estuvo dedicada a la Virgen de las Nieves, por los escasos habitantes del lugar.  Ubicados a 1.359 m.s.n.m. habían estado surtiendo de hielo durante trescientos años a Murcia, Cartagena, Lorca, Orihuela y por supuesto a las inmediatas Alhama y Totana. Cada uno de los 23 pozos existentes podía albergar hasta un millón de kilogramos de hielo. Se arrendaban al mejor postor para su explotación en pública subasta. En las ciudades había puntos de venta concretos en los que se vendía el hielo de mayo a septiembre. Las pérdidas de hielo durante el traslado rondaban el 35% de la producción.