Su emplazamiento se sitúa aproximadamente a 15 kms. al nordeste de Cartagena en un monte denominado Miral, elevado unos 299 metros de altitud y a tan solo unos 2.600 metros del Mar Menor, en este mismo lugar ya habían existido diferentes asentamientos humanos que nos llevan desde el Paleolítico Superior hasta nuestro días. Destacable será el ocupamiento en época romana, en donde se cree que pudo existir una villa dedicada a la explotación agrícola. En los siglos siguientes, aun no teniendo una constancia plena, no cabe duda que este mismo lugar siguió ocupado debido a su especial valor y belleza entre el Mar Menor y el Mediterráneo y con la fertilidad de sus tierras adyacentes. Es durante el siglo XIII cuando tendremos plenamente documentado un monasterio agustino en San Ginés de la Jara. Posteriormente, en los siglos XV al XIX, la orden regidora de este monasterio será la franciscana, que se establecerá en él hacia 1491.

   Entre 1595 y 1598 se construyen los orotarios y la definitiva estructura del convento, tal y como hoy las conocemos. Pero será en 1677 cuando este monasterio viva su gran momento de auge y esplendor, el Concejo de Cartagena decidió nombrar a San Ginés de la Jara patrón de esta ciudad y su comarca, incluyendo el Mar Menor, desde este momento peregrinaciones y romerías se sucedían una tras otra y la fama de este lugar se extenderá incluso fuera de la comarca. También le llegaría al monasterio su decadencia, si durante el siglo XIV llegó a contar hasta un número superior a los 50 frailes, a fines del siglo XVIII pasó únicamente a contar en su interior con siete frailes. Llegado el siglo XIX la situación empeoró definitivamente, la ruina era más que evidente hasta que en 1835 las leyes desamortizadoras de Mendizábal convirtieron al monasterio, ya en manos privadas, en unos almacenes dedicados a la agricultura.

   Esta introducción cronológica sobre el monasterio nos da paso a la descripción constructiva del monasterio y su posible consideración como fortaleza defensiva, que es lo que nos interesa resaltar en este artículo. El aspecto que ofrece, sin ser determinante, tiene un cierto sentido defensivo, la disposición de los muros y ventanas hacen pensar que había cierta práctica para su defensa en caso de ataque, los contrafuertes que presenta el monasterio en muchas de sus partes también inducen a pensar el carácter defensivo del mismo. Este carácter defensivo lo introduce de pleno en el sistema defensivo costero, no solo como fortificación propia para los monjes que habitaban en él sino también como lugar de protección para los vecinos del Mar Menor, que ante la llegada de los piratas berberiscos encontraban refugio y seguridad tras los muros del Monasterio; pero quizás incluso la propia torre campanario por su elevada altura también realizó tareas de vigilancia sobre gran parte del Mar Menor.

   Quizás en el relato del siglo XVII del novelista Campillo de Bayle se nos da una buena pista de cómo cumplía el Monasterio de San Ginés de la Jara esta función defensiva; "Era, que venían dando voces dos labradores, avisando y diciendo que de dos navíos avian desembarcado en Cabo de Palos hasta cien moros y venían azia San Ginés, les avian visto saltar en tierra, ya media hora de noche vinieron ya luzes en las atalayas de la torres de costa. Los cristianos, con sus familias, se alborotaron y se iban retirando al convento a fortificarse. Luego se dispuso que toda la gente que allí quedó sin armas, con todas sus familias, se entrase en la torre del convento y armasen sus personas con las armas, que en el cuerpo de aquella fortaleza están siempre prevenidas para estas urgencias".