El puerto de Cartagena sería utilizado con mayor intensidad conforme aumenta el tráfico comercial por el Mediterráneo, no sólo el propio castellano, sino el de diversos países ribereños, pues su estratégica posición le hace acoger cada vez mayor número de naves, a lo que añadía la seguridad que su interior ofrecía como refugio. Pero seguridad en cuanto a la violencia del mar, no a la violencia de los hombres, pues hasta dentro de su puerto penetraban las galeras corsarias en persecución de naves con apetecible cargamento, aunque en otras ocasiones no se aventuraban y los mercaderes lograban salvar sus valiosos productos.

    Flujos

    En los documentos de la época abundan las relaciones que mencionan el arribo al puerto de Cartagena de naves que huían de las galeras catalanas unas veces, provenzales de Francia otras y también africanas. Las hay con signo contrario, pues la actividad de Íñigo López de Mendoza y después de Pedro Niño en el Mar Mediterráneo, así como otros corsarios castellanos  se documentan en el puerto de Cartagena, puerto de salida y base de partida de sus aventuras y de descanso, custodia o reparto del botín. Independientemente y también desde Cartagena, Pedro Sánchez de Laredo recorre en 1404 las costas granadinas y la ruta catalana hacia África, en ocasiones asociado con Alfonso Yáñez Fajardo, hijo del anterior adelantado y que años más tarde ejercería él mismo esta delegación real en el territorio murciano.

    Tampoco faltan los documentos que permiten apreciar la actividad mercantil que se desarrolla en los quince primeros años del siglo XV desde Cartagena. Se. trata de la amplitud de funciones que mantiene Pedro de Monsalve, delegado personal de Enrique III y luego de Fernando de Antequera, en Murcia y en Cartagena. Unas veces dirigiendo la construcción de un nuevo alcázar real en la capital; otras en la recaudación de las rentas reales y, más aún, en el intenso tráfico mercantil de exportación e importación, en relaciones comerciales con los puertos de Alicante, Valencia, Mallorca, Barcelona, Génova, Saona, Venecia, Granada y Berbería. Más continuado, aunque menos conocido, es el que por Cartagena, aunque también por El Pinatar y Los Alcázares, tienen los genoveses asentados en Murcia; con amplios almacenes para sus mercaderías y controlando los tintes de la industria textil, bien importando algunos de los productos tintóreos, bien exportando otros, e incluso haciendo acto de presencia en el puerto de Cartagena, oportunamente, con cargamento de armas, en los momentos que en el reino de Murcia se hacía sentir con mayor violencia la guerra civil.