S. XIII, proyectos ambiciosos

   En el siglo XIII, por unos años, tras la conquista castellana, el impulso soberano promovió perspectivas extraordinarias para Cartagena y su puerto. El esfuerzo, interés, medios y proyectos de Alfonso X, conocedor de su importancia, deseoso del resurgir de Cartagena y en el aprovechamiento de su excepcional puerto, no tendría el resultado apetecido y esperado.

   Fracasó el ''fecho del Imperio'' y con él las relaciones con Pisa y otras ciudades italianas dejaron de tener sentido y la frecuencia que habían alcanzado; no pudo llevarse a efecto la empresa ''allend mar'' en que Cartagena con Alicante fueron privilegiadas con el monopolio comercial con África, pues el cambio de coyuntura económica obligaría a restricciones de todas clases y al abandono de los ambiciosos proyectos soñados e iniciados por Fernando III y mantenidos por Alfonso X. Tampoco tuvo posibilidad de desarrollarse la Orden de Santa María de España, con sede maestral en Cartagena, creada «pora los fechos de la mar», y que de haberse llevado adelante hubiera proporcionado a Cartagena base para su inmediato engrandecimiento.

   S. XIV, en manos diversas

   Mermado el reino de Murcia por la sentencia de Torrellas (1304), Cartagena y su puerto, que habían sido adjudicados a Aragón, acabaron por quedar bajo la soberanía de Castilla en el reajuste de Elche de 1305, merced a la ambición y a las impertinentes, quejosas y apasionadas protestas de don Juan Manuel, dueño también de la población y su puerto en fianza y seguridad de que Fernando IV le entregaría cierta cantidad de maravedís que le había prometido para compensar sus supuestas pérdidas.

   Más tarde, también por unos años, estuvo en manos del adelantado Pedro López de Ayala; luego sería ocupada por orden del monarca Alfonso XI. Pero ni el tiempo, ni las personas ni las circunstancias favorecerían el resurgir de Cartagena. Tampoco tuvo trascendencia ni duración, pues todo fue fugaz, cuando la actividad marinera de Pedro I frente a Aragón, utiliza y se sirve del puerto de Cartagena para su conquista de la gobernación aragonesa de Orihuela, como después sería Guardamar, en la preparación de su posterior ataque al puerto de Barcelona.

   Inicios del S. XV, esplendor pírrico

   En los comienzos del siglo XV, cuando afirmada la autoridad de Enrique III el impulso vital castellano se manifiesta de forma arrolladora, aunque confundido en querellas y divididos en facciones que configuran a la busca de mayores privilegios y situaciones políticas y económicas prometedoras, vuelve a ser mencionado el puerto de Cartagena. Antes, territorios, encomiendas, tenencias, rentas, juras y cuanto pudiera significar poder y riqueza son los fines que se buscan, lo que crea una anárquica y conflictiva etapa, que bien pudiéramos concretar en la primera mitad del reinado de Enrique III.

   Después todo cambia, aunque la actividad sigue siendo la misma, pero con otra dirección, con resultados positivos y encaminada a fines más prácticos y que beneficia a todos. Nuevas formas de vida, construcciones eficaces, ordenaciones adecuadas se realizan con prontitud, seguridad y acierto; supone la ampliación del comercio, cada vez más intenso y variado; apertura de nuevas rutas y extensión de relaciones, más la paz, porque eficazmente controlados nobleza y concejos, la prosperidad y el progreso tienen inmediata realidad.

   Y Cartagena, en esta etapa, proporciona la excelencia de su puerto para la nueva apertura mediterránea de Castilla y la fortaleza de su Castillo, pero nada más, porque muy poco repercute este momentáneo auge en la ciudad. Son válidas para toda la centuria del Cuatrocientos las palabras del cronista Alonso de Palencia, que escribe ya adentrado el reinado de Enrique IV, al manifestar que Cartagena era famosa ''por su puerto y fuerte Castillo, porque todo lo demás está arruinado''.