Además de reproducirse por semillas, se puede multiplicar por estacas, por acodo y por injerto. El procedimiento más usado fue el de injerto sobre patrones obtenidos de semilla.

Durante el mes de mayo son recogidas las moras maduras, las del suelo o las que caen fácilmente al mover las ramas. Permanecen amontonadas un par de días, para que la pulpa entre en fermentación, con lo que se consigue que se desprendan las semillas fácilmente.

La masa así formada se coloca sobre una criba de malla lo suficientemente espesa para que deje pasar las semillas a su través (al mismo tiempo que se les dirige un chorro de agua), y no la pulpa gruesa, que queda en la criba. La simiente recogida en un cubo colocado al efecto, con parte de la pulpa que pudiere haber pasado, por medio de decantaciones sucesivas se limpia de impurezas.

La semilla que queda en el fondo del cubo se recoge en un lienzo, se escurre y se deja secar a la sombra en capa delgada. Se la mueve dos o tres veces y cuando los granos están sueltos se pueden depositar en bolsas de tejido claro y se conservan en lugar a la sombra bien ventilado. La semilla así tratada conserva su facultad germinativa dos o tres años.

En los meses de enero, febrero y marzo se pueden preparar las parcelas destinadas a semillero, que tienen que ser terreno fértil, al que se estercola convenientemente y se corta en eras pequeñas que permitan limpiarlas de hierba.

La siembra se efectúa a últimos de marzo o primeros de abril, a razón de 4 gramos de semilla por metro cuadrado, regando a continuación. Seguidamente se cubre con una ligera capa de albardín para conservar la humedad y evitar que los rayos del sol quemen las plantitas recién nacidas.

Se arranca el semillero durante el mes de febrero, y las plantitas o barbados se colocan en las parcelas de vivero previamente preparadas. Se las corta de unos 30 cm. De tallo y unos 10 cm. de raíz y se plantan ayudándose de un plantador o reja de arado. Se le van dando durante el resto del año las labores culturales necesarias (riegos, limpieza de hierbas, abonado y en el mes de septiembre se injertan a yema dormida de la variedad deseada. Se acorta la planta en el mes de enero unos 20 cm. por encima del injerto. Con esto termina el primer año de vivero. En el segundo año los cuidados a tener en cuenta son los siguientes: observar si el injerto ha prendido, en cuyo caso todos los cuidados irán encaminados a protegerlo para que crezca rápidamente. Si no hubiese agarrado el injerto, se elegirá un brote borde, el mejor, para guiarlo, lo mismo que el injerto. Además de los riegos y prácticas de cultivo, una operación muy importante y que hay que repetir es la de desborronado, consistente en quitar a mano los brotes que salgan de las yemas axilares, que debilitarían el tallo principal, sea injerto o borde. Bien cuidadas las moreras, a últimos de agosto y primeros de septiembre alcanzarán la altura de 1,80 a 2 m., que es la conveniente para formar la cruz, lo que conseguiremos despuntando la yema terminal, provocando el crecimiento de dos o tres yemas laterales, que formarán la cruz del árbol. En el mes de enero se arranca el vivero.

En resumen, para la obtención de un árbol hemos empleado tres años (uno en semillero y dos en vivero) y alguno de ellos todavía los tendremos bordes (no injertos). El gasto ha sido importante por la cantidad de jornales que se lleva tanto en semillero como en vivero, estiércol, abonos, riegos, etc.

En la actualidad, con los estudios y experiencias realizadas en la Estación Sericícola por el Departamento de Fruticultura del Centro de Investigación y Desarrollo Agroalimentario, se consigue obtener una morera ya injerta en un tiempo "record" de 7 meses.

El procedimiento puesto a punto por el citado Departamento' de Fruticultura consiste en un método de propagación por enraizamiento de estaquillado leñoso.

Durante los meses de enero y febrero, que es cuando se realiza la poda de los árboles, se recogen las ramas del año y bien empaquetadas se guardan en la cámara frigorífica hasta el momento oportuno, en los meses de febrero o marzo. Se sacan las ramas y se van cortando en trozos, (estaquillas) de unos 30 cm. de largo. Se las sumerge en agua que lleva disuelto un fungicida desinfectante y puestas en manojos quedan preparadas para recibir durante un breve espacio de tiempo la inmersión por un extremo en una disolución alcohólica de hormona en enraizamiento a determinadas partes por millón. Una vez hecha esta operación, se colocan los mazos de estaquillas empinados en cajas de madera, con un fondo de tela metálica y llenas de perlita, y se llevan a unos compartimentos llamados camas calientes, también llenos de perlita, en cuyo fondo van unas resistencias o mantas eléctricas que procurarán la temperatura necesaria constante, alrededor de 25°C, para que el extremo inferior de la estaquilla inicie su enraizamiento, lo que ocurrirá en unos 15 ó 20 días aproximadamente. A continuación, se plantan en el vivero a distancia de 15 cm. unas de otras, procurando que no les falte agua, para lo que se les darán riegos ligeros cada 10 ó 15 días. Se procura quitar los borrones, tallos que nacen en las yemas axilares, con lo que el tallo principal crece rápidamente y en el mes de septiembre u octubre tendremos una morera de dos metros de altura, la cual, por proceder de una rama de una buena variedad (cristiana, valenciana o la que se desee), no hace falta injertarla, porque la nueva morera será exactamente igual al árbol del que se cortó y ha sido obtenida en unos siete meses.

Como puede comprenderse, las ventajas de este procedimiento son fabulosas. El grave inconveniente que existía para la obtención rápida y económica de moreras queda resuelto.

Otro procedimiento en la reproducción es el de cultivo in vitro. Es muy efectivo, pero más caro que el estaquillado. 

 

FELIPE GONZALEZ MARIN
Abril del año 2000