La industria de la hijuela tuvo su origen en el barrio de San Juan de Murcia a finales del siglo XIX, en donde los criadores empezaron a aprovechar los desperdicios de la crianza del gusano de seda, cuando había que prescindir de ellos por enfermedades u otras causas.

La hijuela es una resistente fibra que se obtiene de la glándula de la seda. Se consigue tras matar al gusano, sumergiéndolo durante un cierto tiempo en una solución de agua salada y vinagre, los denominados caldos, que coagulan el contenido de sus glándulas sericícolas. Una vez coaguladas las glándulas, se procede a su extracción o saca, operación para la que se necesita cierta destreza para no dañar el producto y que consiste en sujetar el gusano por el centro y, tras cortarlo con los dedos, estirar los brazos en un movimiento decidido. Estiradas las glándulas sedosas, se endurecen al contacto con el aire.

Las prácticas de las crianzas de los gusanos eran las mismas que para la obtención de capullo, salvo que necesitaban más alimento. Según la raza del gusano, las hijuelas se clasificaban en gruesas o cortas y en finas o largas. Las segundas las producían las razas utilizadas para la seda.

El cosechero vendía a los industriales la hijuela en manojos o moñas y estos sometían a la fibra a varios procesos de cocido, blanqueo, pulido y planchado y elaboraban unas hebras blancas, transparentes en el agua, muy resistentes, utilizadas como hilo para coser en cirugía o como sedal en la pesca.

En un principio, se trataba de una industria familiar, siendo las mujeres quienes dedicaban una buena parte de su actividad a la incubación de la semilla y crianza del gusano, mientras que los hombres intervenían al final, para la extracción de las glándulas tubulosas.

Murcia tuvo el monopolio de producción de hijuela durante muchos años y, gracias a ella, la sericicultura sobrevivió en la región. Su presentación y promoción internacional la inició, con un éxito aceptable, la Sociedad Económica de Amigos del País en París, en la Exposición Internacional del año 1867.

Además de Murcia, sólo en Orihuela, Mesina y Nápoles se producía hijuela. El consumo se hacía en Inglaterra, Francia, Italia e incluso Estados Unidos.

A finales de siglo, había en la capital murciana tres o cuatro fábricas que daban trabajo a unas doscientas mujeres y cincuenta hombres y se habían creado también industrias complementarias de fabricación de cañas y cebos artificiales y otros artefactos de pesca.

Hasta la aparición de las fibras sintéticas, la producción de hijuela resultó ser muy rentable. Sólo en Murcia se producía anualmente como media unas 20.000 libras de hijuela, un volumen muy abundante, pues estaría al límite de las posibilidades de consumo. Esta producción sufría grandes oscilaciones anuales: el año en el que la producción era abundante, los precios bajaban hasta límites ruinosos, lo que provocaba que al año siguiente la producción fuese muy baja y entonces la escasa oferta disparara de nuevo los precios.

Dado que Murcia tenía el monopolio, había que controlar la producción, limitándola a una cantidad determinada para, de esta forma, poder regular los precios.

En 1926, se calcula que se produjeron cerca de 20 tn de hijuela, con más de una veintena de fábricas, ocupándose unas 2.500 familias de en su obtención y tratamiento industrial (Carrión, 2002, p. 421). La aparición de productos artificiales, especialmente el nylon, hicieron desaparecer la producción de hijuela, sobretodo en su uso como sedal porque, durante un cierto tiempo, la hijuela, llamada de forma incorrecta la “crin de Florencia”, siguió utilizándose para la cirugía (Olivares, 2005, p. 290)