Nacimiento de las larvas

Cuando la simiente adopta una tonalidad blanquecina, es necesario comenzar la avivación. Para realizarla, en Murcia y en otras áreas sederas se utilizaron diversos sistemas, que a la larga resultaron perjudiciales. Uno de los más habituales era avivar las simientes bajo los lechos o poniéndolas al sol.

Los contrastes de temperatura que estas prácticas tradicionales producían, afectaban seriamente las crianzas, provocando numerosas enfermedades. Con los avances tecnológicos y la modernización industrial de finales del siglo XIX, se incorporaron otros sistemas como las incubadoras de avivación. Una vez consumada, las semillas se cubren con trozos de tul de malla de 1 milímetro (avivadores) y encima de estos se colocan hojitas de morera, recién cogidas, y en su busca atraviesan las mallas de tul los gusanos recién nacidos, dejando los cascarones en el fondo del zarzo.

Condiciones necesarias para la crianza

Las condiciones básicas para la crianza del gusano de seda consisten en una alimentación abundante, temperatura adecuada, ambiente seco y ventilado y luz difusa. El gusano de seda puede resistir hasta cinco grados pero, por debajo de los ocho, permanece aletargado, y muere si las bajas temperaturas se mantienen durante mucho tiempo.

También sufre en ambientes demasiado cálidos. La temperatura óptima se situaría en 18 - 23º C para crianzas ordinarias y en 17 - 19º C para aquellas que se destinan a semillación. A medida que la temperatura va aumentando, hay que proporcionar más alimento y hacer más frecuentes los cebos, por lo que con más calor se adelantan las dormidas y se disminuye el tiempo de la crianza. Por todo ello, se recomienda controlar la temperatura y la humedad. Las emanaciones gaseosas de un sistema de calefacción no correcto o la subida de las temperaturas, pueden provocar también la fermentación El local destinado a criar gusanos, denominado obrador, debe ser ventilado con frecuencia, al objeto de renovar el oxígeno consumido por las larvas. También debe ser seco, para favorecer la transpiración cutánea. Hay que evitar coger a los gusanos con las manos, debiendo usar palas cuando es preciso trasladarlos. La hoja de la morera se puede mantener, una vez cogida del árbol, en recipientes de barro con un paño húmedo por encima para las primeras edades del gusano y para las últimas, en locales frescos y secos, con poca luz. Es conveniente no acumular una gran cantidad de hoja para evitar la putrefacción.

Los gusanos pasan su vida sobre unos zarzos, que antiguamente se construían sobre cañas mondadas y tejidas con alambre fino galvanizado o se realizaban en madera de bastidor con mallas metálicas. Para el mejor aprovechamiento del local y mayor comodidad, estos zarzos se montaban sobre pies derechos, a manera de estantes, que se denominaban andanas. En cada andana se solían instalar seis zarzos, uno sobre otro, a unos 40 o 50 cm de distancia. Las andanas debían estar separadas entre sí y de la pared unos 75 centímetros para facilitar el trabajo.

Uno de los trabajos más importantes de la crianza es limpiar periódicamente los lechos, lo que en Murcia se conocía con el nombre de deslechar. Para realizar esta operación con mayor facilidad, se utilizaba papel perforado o redes de bramante, en las que se colocaban los gusanos, con ocasión de darles alimento y encima, hojas frescas de morera. De esa forma las larvas pasaban a través de los orificios del papel o de las mallas de red y se trasladaban por sí mismas a los zarzos limpios, pudiendo desechar así los zarzos viejos.

Alimentación y cuidados en las diferentes edades

En las primeras edades, se suelen suministrar   las larvas unos cinco cebos al día, intentando que estos sean proporcionales y estén bien distribuidos. Como no todas las larvas de una partida nacen al mismo tiempo, es preciso igualarlas, a esta operación se denominaba en Murcia, emparejar.

Para acelerar el crecimiento de las larvas más atrasadas, se separan y se aumenta la temperatura y la cantidad de cebo y para las que están más adelantadas, se disminuye la temperatura y la alimentación. El mantenimiento de las condiciones higiénicas es fundamental por lo que hay que deslechar con frecuencia. En la cuarta muda o “freza”, la temperatura debe aumentarse un grado y se debe garantizar un ambiente aún más aireado. La quinta muda o “freza mayor”, es la más peligrosa y por tanto la que más atenciones y cuidados requiere. La larva en esta edad devora, llegando a veces a morir de indigestión y provocando enfermedades contagiosas que hacen disminuir considerablemente el rendimiento de las cosechas. Para evitar estos peligros es importante retirar los gusanos de aspecto dudoso y suministrar cebos uniformes, poco abundantes, pero frecuentes.

Embojado y desembojado

Para facilitar al gusano el sitio adecuado para hacer su capullo, es recomendable formar sobre los zarzos unos bosquecillos de ramas secas y flexibles de plantas aromáticas. A esta operación se le daba el nombre de embojado. Las plantas que se utilizaron en nuestra región fueron la boja reina, el romero, el esparto y la madreselva.

Las bojas hay que colocarlas en los lados mayores y menores de las andanas y deben estar bien sujetas, arqueadas hacia dentro y claras para que se mantenga la ventilación. Los gusanos, atraídos por el olor aromático de las bojas, suben a ellas y cuando encuentran sitio apropiado, sueltan la hebra sedosa y empiezan a construir el capullo. A las treinta horas de iniciarse la subida de las larvas a las bojas, el número de gusanos hiladores es casi total y entonces, se termina de realizar el embojado dividiendo la parte libre de cada zarzo en otras dos o tres, quedando los zarzos divididos en espacios de unos 60 centímetros, lo que en Murcia se denominaba casicas. La recolección de los capullos de las bojas se denominaba desembojado, se produce a los diez o doce días de que se haya producido la subida, comprobando que todos los insectos hayan terminado de crisalidar. Se van recogiendo todos los capullos de los zarzos y se separan los dobles u ocales, los manchados y los muertos e incompletos.

Para matar la crisálida de aquellos capullos que se destinan a la obtención de la seda, hay que proceder a ahogar el capullo a temperatura alta (90 - 110 º C). Hay diversos procedimientos, pero se pueden distinguir fundamentalmente dos: el doméstico y el industrial. Los antiguos sederos utilizaron para ahogar sus partidas el calor del sol, el horno de cocer pan, o el vapor de agua, usando la caldera de colar la ropa provista de dos cribas.

Para el ahogamiento de grandes cantidades de capullo, a partir de finales del siglo XIX y principios del XX, se utilizaban potentes aparatos, ahogaderos de vapor, en cuyo interior se colocaban los capullos en bandejas a las que se les hacía llegar vapor de agua para matar la crisálida. El inconveniente era que los capullos, al ser muy higroscópicos, salían muy mojados y requerían mucho tiempo de cuidados para su conservación, ya que hasta que no estuvieran completamente secos, los capullos no tenían valor comercial. Por ello aparecieron posteriormente los hornos secantes tipo Pellegrino que, además de ahogar el capullo, lo secaban. En el caso del levante español, los capullos se vendían en septiembre, mientras que en otros países de Europa, más húmedos, durante el mes de octubre. En su desecación completa pierden los capullos las dos terceras partes de su peso en fresco.

Una vez terminada la recolección de los capullos, es muy importante la desinfección del local y de los útiles para que todo quede dispuesto para la siguiente crianza.