En lo referido al neoclasicismo sin duda el último tercio del siglo XVIII es el que ve nacer a artistas que jugarían un papel importante en la evolución de las artes en Murcia. Aunque muchas de las obras proyectadas no fueron nunca construidas y otras se destruyeron en pleno siglo XX, la generación de artistas que evolucionó desde el neoclasicismo al romanticismo es importante y merece un espacio en la historia del arte murciana.

     Se deben mencionar figuras como la de Lorenzo Alonso, arquitecto quizá natural de Ávila pero que encontró en Murcia trabajo como ingeniero y más tarde como arquitecto. Alonso, como académico de San Fernando, impuso en su obra las tendencias academicistas que quisieron recuperar los principios constructivos de Serlio, Palladio o Vignola.

     La libre integración de los órdenes clásicos y la utilización de lo colosal puede observarse en algunos de los trabajos de Alonso que quedan en Murcia, siendo de especial mención, por sus volúmenes exteriores típicamente palladianos, la Iglesia de San Onofre de Alguazas. También en la Iglesia de San Lázaro obispo, de Alhama, el arquitecto llevó a cabo la Sacristía, la Capilla del Rosario y el Camarín, y la Iglesia de Santiago de Jumilla donde Alonso se encargó de ampliar la nave central para la construcción del coro y puertas laterales.

     Los arquitectos que actuaron en Murcia del Neoclasicismo al Romanticismo tuvieron también importantes referencias nacionales como las de Ventura Rodríguez o Villanueva, arquitectos que marcarían decididamente tendencias con una poderosa inspiración en lo grecorromano, alejándose progresivamente del barroco que tanto se había consolidado en Murcia. En la ciudad de Murcia el ejemplo de la Iglesia de San Lorenzo, levantada según los planos de San Marcos de Madrid, de Ventura Rodríguez, es un buen ejemplo de cómo el neoclasicismo se extiende por la Península, aunque sea a través de copias de obras ya realizadas por prestigiosos arquitectos.

     Deben recordarse nombres como los de Juan Peralta o Juan Ibáñez, creador de una tipología dedicada a viviendas familiares. De Juan Ibáñez aún podemos admirar algunos ejemplos de su obra, como la puerta de la Casa de los Condes de Villaleal.

     En torno a 1848 se proyecta una de las pocas obras que se conservan de la arquitectura neoclásica de Murcia, el Ayuntamiento de la ciudad. Fue un proyecto de Juan José Belmonte, un autor neoclásico pero abierto a las corrientes románticas. El edificio que concibió muestra un orden colosal en fachada, típicamente palladiano, con frontón triangular, vanos de arco de medio punto y óculos. Pero a estas referencias clásicas se suman detalles que abren un poco el horizonte a cierta libertades, pudiéndose observar detalles decorativos florales que escapan de la visión a veces rígida del academicismo.

     La memoria del proyecto del Ayuntamiento está llena de ideas liberales propias del desarrollo neoclasicista, como las citas a Hobbes, uno de los teóricos avanzados del liberalismo, y otras referencias que manifestaban la lealtad a la regente Isabel II, cuya legitimidad en la monarquía española cuestionaron los carlistas con distintos enfrentamientos a lo largo de varios decenios.

     Pese a que la ciudad de Murcia, al contrario que Cartagena, no tendría un plan rector y renovador del trazado urbano, los años centrales del XIX serían momentos de nuevas aportaciones constructivas. Figuras como la del alcalde Marín Baldo deben recordarse por su interés por gestionar el mayor poder de la administración local a favor del desarrollo de la urbe.

     Se remodelaron jardines como el de Floridablanca y ensanches como el del Puente Viejo, que vio colocada una nueva barandilla; la Glorieta de España vive sucesivas reformas, desde las planteadas por Bolarin hasta las de Belmonte en 1851; la Plaza de Toros mostraría su fachada final en 1849, otro edificio público que junto a jardines, baños públicos y estación de ferrocarril formarían parte de esta reforma de la ciudad nunca planeada de una manera oficial.

Sacra Cantero Mancebo